Camino lentamente
hacia la luz que, muy tenuemente, acaricia de lejos, tímida como virgen mujer,
mi piel ajada por el tiempo.
Recorro con la
mirada aquel pasadizo inundado de soledad, completamente extasiado en sus
paredes ocres con perfume a tiempo. Leo mis pensamientos uno tras otro, todos
traen lo mismo a mi memoria, recuerdos que ya había olvidado, vuelven
frenéticos y desesperados otra vez a atormentarme. Aquellos ojos, fríos como el
cáncer que taladran mis sentidos, vuelven tan nítidos y vivos como el último
segundo que les permití vivir, vivir y verme partir.
Juego un poco con
el viento que escapa presuroso por entre mis huesos.
Camino como
hipnotizado hacia esa luz que a cada paso me incita con su calidez a que la
siga. No entiendo que es todo esto, pero en verdad ni me importa saberlo.
Lastima esos
desdichados recuerdos que se amontonan en mi cerebro y me lastiman; conjeturan
unos con otros a ver cual es el peor, el más dañino, ninguno se lleva el
premio, todos, unos mas intensamente, otros más sigilosos, dañan la coraza que
me aleja de la rtealidad.
Cuando en
nuestras vidas tomamos una decisión, es imperativo que midamos las
consecuencias de la misma, toda acción conlleva a un determinado resultado,
cualquiera sea, puede ser bueno o malo, bueno en algún momento, tal vez el
mismo resultado malo en otro, lo importante es saber que el error debe ser lo
menos significativo posible, para que el resultado drástico se reduzca a su
mínima expresión. De lo contrario las ampollas del tiempo cicatrizan sobre
pústulas enfermas y es cuestión de tiempo para que revienten y esparzan su pus.
Cansado de soñar
con el paraíso, decidí, por fin, intentar encontrarlo. No fue premeditado, solo
lo fui a buscar.
Tanteo la lanza
firme en mi mano, el hoplon protege mi lado, mis compañeros rugen cual fieras
salvajes el pean.
Marchamos
decididos hacia el enemigo que nos aguarda con el mismo ímpetu que nosotros
escupimos en la cara del demencial Ares.
El choque suena
más poderoso que el trueno de Zeus, ríos de sangre brotan de los cuerpos
descuartizados. gritos desgarradores lastiman los oídos.
La desesperación
de la supervivencia hace estragos en la conducta de los animales civilizados.
Abrupta como
comenzó, la batalla finaliza con el silencio de muerte que la precedió.
Camino hacia la
luz, esa calida luz que me acaricia como virgen mujer…
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