El Sol es el objeto más grande de nuestro Sistema Solar y contiene aproximadamente el 98% de la masa total del mismo. Se necesitarían ciento nueve Tierras para completar el disco solar, y su interior podría contener más de 1.3 millones de Tierras.
En el siglo XIX fue posible ya deducir la temperatura de la superficie del Sol a partir de su brillantez y de la distribución de ésta respecto a la longitud de onda del espectro visible. La capa exterior visible del Sol se llama la fotosfera y tiene una temperatura de 6,000°C (11,000°F) y es por esto que el Sol es amarillo; si su superficie fuera más caliente se vería más azul y si fuera más fría se vería más roja. Esta capa tiene una apariencia manchada debido a las turbulentas erupciones de energía en la superficie.
La energía solar se crea en el interior del Sol. Es aquí donde la temperatura (15,000,000° C; 27,000,000° F) y la presión (340 millardos de veces la presión del aire en la Tierra al nivel del mar) son tan intensas que se llevan a cabo las reacciones nucleares. Éstas reacciones causan núcleos de cuatro protones ó hidrógeno para fundirse juntos y formar una partícula alfa ó núcleo de helio. La partícula alfa tiene cerca de .7 por ciento menos masa que los cuatro protones. La diferencia en la masa es expulsada como energía y es llevada a la superficie del Sol, a través de un proceso conocido como convección, donde se liberan luz y calor. La energía generada en el centro del Sol tarda un millón de años para alcanzar la superficie solar. Cada segundo se convierten 700 millones de toneladas de hidrógeno en cenizas de helio. En el proceso se liberan 5 millones de toneladas de energía pura; por lo cual, el Sol cada vez se vuelve más ligero.
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