El hombre marcado. Su nombre es Alliger, es un racista
afiliado a la supremacía aria, con un abultado prontuario y varias condenas,
por robos, estafas, agresiones y asesinatos. En el 2004 se escapó del juzgado
donde se estaba decidiendo si darle la libertad condicional; luego de haber
sido uno de los delincuentes más buscados del estado de Utah.
Pocos días después dos agentes de policía detienen, no sin
muchas dificultades, a un hombre tatuado merodeando fuera de un casino.
Como dijo Alliger a sus captores cuando era devuelto a la prisión,
estaba aguardando en el casino a “algún negro para robar su coche y mostrarle
la verdad de la supremacía blanca”.
Su historial de violencia racial, es tan frondosa y a veces
tan poco condenada, que uno podría pensar que las autoridades norteamericanas
del estado de Utah no ven del todo con tan malos ojos que existan estos individuos
que llevan en su brutalidad racial las banderas de la supremacía blanca.
Más tarde cuando se encontraba internado en un instituto
recibiendo un tratamiento se decidió a escapar nuevamente, así, desarmo a un
guardia golpeándolo salvajemente y luego de robar su arma reglamentaria lo mato
para luego darse a la fuga y desaparecer entre las calles infestadas de
delincuentes de los suburbios de Utah.
Tras meses de estar buscando a este maniático racista, las
autoridades policiales al fin pudieron darle caza.
Huyendo a gran velocidad en auto robado fue arrinconado
hasta que rodeado, y reducido fue nuevamente puesto en custodia policial.
Lo más extraño de todo esto es que a pesar de su,
inocultable apariencia, este racista inconfundible, haya podido escapar de la cárcel
tantas veces y haberse mantenido prófugo por tanto tiempo, ¿no sería posible
llegar a pensar que las autoridades no son tan estrictas con los seguidores de
la supremacía blanca? Cuando un latino o un negro, denominados bajo los parámetros
de diferenciación que ellos manejan, son rápida y brutalmente condenados sin excepción.
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