La rueda para despedazar era el instrumento de
ejecución mas común en la Europa germánica, después de la horca, desde la baja
Edad Media hasta principios del siglo XVIII; en la Europa latina y gala, el
despedazamiento se llevaba a cabo con barras macizas de hiero y mazas herradas
en lugar de ruedas de carreta.
La victima desnuda, era estirada boca arriba
en el suelo o en el patíbulo, con las extremidades extendidas al máximo y
atados a estacas o anillas de hierro. Bajo las muñecas, codos, rodillas y
caderas se colocaban, atravesados, tablas de madera a modo de cuña. El verdugo,
asestando violentos golpes con la rueda, machacaba hueso tras hueso y
articulación tras articulación, incluidos los hombros y caderas, con la rueda
de borde herrado, pero procurando no asestar golpes fatales.
Las victimas se transformaban, según las
observaciones de un cronista alemán anónimo del siglo XVII, “en una especie de
gran títere aullante retorciéndose, como un pulpo gigante de cuatro tentáculos,
entre arroyuelos de sangre, carne cruda, viscosa y amorfa mezclada con astillas
de huesos rotos” (esto figura en el cuaderno noticiario en octavilla, Hamburgo,
12 de junio de 1607).
Después de este tratamiento, se le desataba e introducía
entre los radios de la gran rueda horizontal al extremo de un poste que
posteriormente se alzaba. Luego los cuervos arrancarían tiras de carne y vaciarían
los ojos hasta que llegaba la muerte, con la que probablemente era la mas larga
y atroz agonía que el poder era capaz de infligir.
Junto a la hoguera y el descuartizamiento,
este era uno de los espectáculos mas populares entre los muchos parecidos que tenían
lugar en las plazas de Europa, mas o menos todos los días. Centenares de
ilustraciones durante el periodo 1450-1750 muestran muchedumbres de plebeyos y
de nobles, deleitándose con el espectáculo de un buen despedazamiento,
preferiblemente o, mejor aun, si era una larga fila de brujas.
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