Como el hoplita,
el peltasta recibe el nombre del escudo que lleva. El pelta era un escudo de
mimbre en forma de media luna cubierto con piel de cabra u oveja, que se
sostenía por un asa central. Aunque común en el período micénico, hacia el
siglo V a.C. el pelta se identificó explícitamente con los escaramuzadores,
referidos de modo genérico como “peltastas”. Sin embargo, el término se
aplicaba con más propiedad a la tribu originaria de la Tracia (en la actualidad,
al nordeste de Grecia y el sur de Bulgaria), donde pudo haberse ideado el
pelta.
Las colinas boscosas sobre las que los tracios se acostumbraron a la
lucha eran propicias para las incursiones guerreras, las emboscadas y las
escaramuzas, lo que hizo de estos hombres los más temidos miembros de la
infantería ligera en el mundo clásico. Ilustraciones de la época muestran a los
guerreros tracios ataviados con gorros de piel de zorro y sencillas túnicas, o
desnudos para mejorar la velocidad, siempre llevando su pelta y sus jabalinas.
Casi todos iban provistos del arma tradicional de los Balcanes, el rhomphaia o
falx, una guadaña de hoja corva de hierro que se sostenía con una o las dos
manos, de unos 39cm de largo y que, según las fuentes contemporáneas, podía
decapitar a un hombre o abatir a un caballo de un solo tajo.
Los peltastas
tracios sirvieron en levas en el ejército persa que invadió Grecia en 490 a.C. y como mercenarios
en los ejércitos griegos a partir de la guerra de Peloponeso. En esta
contienda, la mayor parte de los ejércitos griegos reforzaron sus falanges con
escaramuzadores y tropas de armas arrojadizas, y las tácticas se hicieron más
complejas cuando la falange se vio obligada a contestar a sus ataques o a
cooperar con ellos. Algunos historiadores ven en este aspecto una “revolución
en las artes militares”, cuando los ejércitos griegos, modelados al estilo del
ejemplo medio-oriental, se convirtieron rápidamente en fuerzas de cuerpos
combinados, al igual que los asirios y los persas.
Los modernos historiadores
contemplan tales “revoluciones”, en las que la nueva tecnología o la doctrina
cambian la guerra casi de la noche a la mañana, como episodios clave en la
historia militar. La incorporación de la infantería ligera en los ejércitos
griegos no se encuadra, sin embargo, en este modelo: las escaramuzas eran
habituales en Tracia y el norte de Grecia, donde el terreno hacía poco práctico
el uso de hoplitas, y pasaron 150 años antes de que estos escaramuzadores se
consolidaran plenamente, con ka falange, en las fuerzas múltiples y combinadas
de Filipo y Alejandro.
Los ejércitos
griegos incluyeron tropas ligeras ya en la invasión de Jerjes del año 490 a.C., y Herodoto narra
que los atenienses tenían 800 arqueros en Platea. Pronto aprendieron el valor
de las fuerzas combinadas, como observa Tucídides al relatar la persecución de
los atenienses contra los corintios en la batalla de Megara del 495 a.C.:
“Al retirarse los
corintios derrotado, una sección bastante grande de su ejército…sin saber bien
el camino, se introdujo en un terreno de alguien que había cavado una profunda
zanja alrededor. Al ver lo que sucedía, los atenienses cerraron la entrada
principal con sus hoplitas y, rodeando el resto del terreno con tropas ligeras,
lapidaron hasta la muerte a los que estaban dentro” (Tucídides I.106).
La composición de
estas “tropas ligeras” es incierta, y también se duda sobre si las piedras se
lanzaron a mano o con hondas, pero la falta de un armamento oficial sugiere que
pudo tratarse de esclavos o sirvientes de hoplitas, ya que las tropas regulares
no formaban parte regular de los ejércitos de Atenas.
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