La mayoría
de los investigadores coinciden en decir que los diaguitas ocuparon el corazón
del Noroeste, es decir los valles y quebradas.
Las
primeras crónicas adjudicaron el gentilicio de “calchaquíes” a los habitantes
de la región del mismo nombre y por extensión a las restantes comunidades del
área. En realidad los calchaquíes eran diaguitas, cultura que estaba integrada
por un conjunto de parcialidades como los pulares, luracataos, chicoanas,
tolombones, yocaviles, quilmes, tafis, hualfines, etc.
Todas
ellas tenían en común la lengua. Todas las fuentes coinciden que la lengua
“caca” o “cacán” otorgaba unidad a estos pueblos.
Algunos
investigadores nos hablan de “cacanos” y no de diaguitas.
Era una
cultura de agricultores sedentarios, poseedores de irrigación artificial, por
medio de canales y con andenes de cultivo para sus productos principales: maíz,
zapallo y porotos.
Fueron
criadores de llamas de las cuales emplearon su lana para sus tejidos y también
para carga.
La
recolección fue otra de sus actividades, especialmente de la algarroba y el
chañar, que almacenaban en grandes cantidades; en mucha menor medida practicaba
la caza.
Tenían
fuertes jefaturas, probablemente hereditarias, que llegaban a desplegar su
autoridad sobre varias comunidades. La familia monogámica era el núcleo vital
de la comunidad, destacándose la practica de la poligamia entre los caciques.
Eran
adoradores del Sol, el trueno y el relámpago.
Celebraban
rituales propiciatorios de la fertilidad de los campos y tenían una funebria
elaborada, expresión de un culto a los muertos como transito crucial en el
ciclo de vida de la cultura.
El alma se
convertía en estrella, viaje para el cual al difunto se lo enterraba con
alimentos y bebidas.
Son
famosos los cementerios de “párvulos en urnas”, alejados de las habitaciones,
en las que sepultaban a los adultos. Es posible que los cuerpos de los niños
indiquen sacrificios propiciatorios de la lluvia.
La
cerámica presenta muchos diseños de animales sagrados: ñandúes, batracios y
serpientes, estas ultimas asociadas al agua que cae del cielo.
La lluvia
era decisiva para estas comunidades de agricultores y a ella dedicaban
sacrificios en sus lugares construidos a tal efecto, denominados ZUPCA, que
estaban a cargo de los chamanes.
Los
diaguitas participaban del culto a la Madre Tierra o Pachamama al igual que en
Perú y Bolivia. Ella es la dueña de la tierra; se le ruega por la fertilidad de
los campos, el buen viaje del peregrino, el buen parto de las mujeres y la
felicidad en todas las empresas.
Se
ofrecían sacrificios de sangre y la ofrenda del primer trago, el primer bocado
y el primer fruto de la recolección.
El arte
diaguita, dirigido muchas veces a lo religioso, es el más acabado de nuestras
culturas indígenas. No solo en cerámica sino también en metalurgia.
La cultura
diaguita fue guerrera; hecho demostrado incluso a la llegada de los españoles,
cuando les opuso una feroz resistencia, quizá la más fuerte. El instrumental
bélico era muy variado y la guerra contra el español asumió las características
de un fenómeno integral en el que participo la comunidad entera.
El
comercio con otras culturas de la región, puso a los diaguitas en contacto con
otras comunidades.
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