domingo, 22 de enero de 2012

La salvación del Islam


De todos los golpes dados al Imperio bizantino, el más serio fue la conquista de las provincias sirias, egipcias y norafricanas por los ejércitos del Islam, que significa ‘sumisión ante la voluntad de Dios’; los musulmanes creen que Dios habló a través de Mahoma y que su libro sagrado, el Corán (o ‘narración’), es la palabra de Dios expresada a Mahoma, el Apóstol y Profeta de Dios.
Mahoma nació en La Meca, una ciudad de Arabia occidental, alrededor del 570 d.C. En esa fecha, La Meca era el principal centro comercial de Arabia occidental y era también un importante centro de peregrinación, dedicado al culto de la Cava, la Piedra Negra. El mensaje de Mahoma a sus conciudadanos los instaba a dejar de adorar ídolos y a someterse a la voluntad de Alá.
A medida que sus seguidores crecían en número, Mahoma provocó la hostilidad de la aristocracia de mercaderes de La meca, quienes temían que la aceptación de su mensaje significara una amenaza para el santuario. La hostilidad se transformó en persecución y en el año 622 Mahoma y sus seguidores se retiraron a Medina, a unos 450 Km. noreste de La Meca. La fecha de esta migración o hégira en árabe, el 16 de julio de 622, marca el comienzo de la era islámica y, por tanto, del calendario musulmán.
Mahoma y sus seguidores consolidaron su posición en Medina y en el 630 el Profeta regresó a La Meca, eliminó los ídolos y convirtió a la Kaaba en el punto central de la nueva religión del Islam. Este fue el primer paso hacia un increíble proceso de expansión religiosa que iba a llevar el Islam a España, África occidental, y tan lejos como Asia central e Indonesia.
El desarrollo y expansión inicial del Islam deben analizarse en el contexto de las relaciones comerciales que se habían desarrollado en el Cercano Oriente y Arabia durante los períodos helenístico y romano. El surgimiento del urbanismo en el Mediterráneo oriental creó una nueva demanda masiva de materias primas que estimuló el comercio con todas las regiones circundantes. Arabia del sur fue muy importante como fuente del incienso y mirra para los altares de los templos en Egipto, Siria y el Levante, y se establecieron colonias de mercaderes cristianos y judíos del Cercano Oriente en las ciudades oasis de Arabia occidental, que constituían paradas en las rutas comerciales. La temprana introducción del Judaísmo y el Cristianismo en Arabia occidental proporcionó el ambiente cultural y religioso en el cual se desarrolló el Islam, y la tolerancia islámica de las dos ‘religiones del libro’ más antiguas permitió a los musulmanes lograr éxitos en las provincias del Cercano Oriente pertenecientes al Imperio bizantino.
Cuando Mahoma murió en el 632, el Islam todavía estaba circunscrito a Arabia. El primero de sus sucesores, el califa Abu Bakú (632-634), finalizó la conquista de Arabia y entró a Palestina meridional. El siguiente califa, Omar (634-644), avanzó hacia Damasco y presidió el agnus mirabilis islámico del 636, cuando los ejércitos musulmanes derrotaron ampliamente a los bizantinos en el río Yarmuk y a los sasánidas en Qadisiya. Una segunda victoria decisiva en Nehavend en el 642 permitió a Omar el acceso a Persia y en el transcurso de sólo diez años, el límite Oriental del Islam había avanzado hasta Afganistán y Asia central. Al mismo tiempo, en el oeste la próspera provincia de Egipto caía ante los ejércitos islámicos. De allí en adelante, los progresos comenzaron a disminuir, pero no antes de que el Imperio islámico absorbiera toda África del norte, la mayor parte de España visigoda, la totalidad de Armenia y Paquistán hasta el río Indo, en donde los ejércitos islámicos acamparon en el 711.

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