Cabalgo en la
atormentada ciénaga furiosa y purulenta de las emociones olvidadas, repudiadas,
contradictorias como la gélida llama efímera de la venganza.
Saco las cortinas
de la imaginación que ya, con tanta vela encendida, arden como fosa sulfurosas del
inframundo.
Veo entonces como
todo a mí alrededor se derrumba, colapsa cual frágil estructura con cimientos
de barro.
La vida es un
cofre, como aquel de Pandora, solo que el espíritu de la esperanza nunca sale
del mítico baúl.
Es la misma
secuencia cada día, nada cambia, solo la futilidad de la esclavitud permanente.
¿Pero? ¿Esclavitud
para qué?, ¿que gano siendo pasto de las fieras?
¿Hay algo más allá
de este destino de sacrificios inútiles?
Indudablemente
no, ¿cómo alguien tan misericordioso, lleno de amor infinito, permitiría la opresión
de unos pocos sobre la gran mayoría?
¿Sera que los
adinerados burgueses se inmolan por nosotros rechazando la vida eterna
prometida al doliente?
Bien sabido es
que el “paraíso” es un reino prometido solo para los pobres.
Entonces, vivid
sufriendo, llenos de todas las carencias, lejos de la futilidad del consumismo,
esa aberración inventada por seres malignos.
Dejad que
nosotros, los adinerados de siempre, carguemos con la pesada carga de vivir con
infinidad de lujos en esta vida, y cederemos nuestro lugar en el reino de dios
a ustedes, los pobres, ustedes si lo merecéis más que nosotros, viles
seguidores de lo material, el poder terreno y las banalidades del dinero.
Sociópatas
iracundos, babeando furia, con los ojos inyectados en sangre, con el remolino
del odio en las venas, con los colmillos afilados como la Tizona , titánicos de rabia
y sedientos de sangre.
Son estoicos
seres de la oscuridad, guardianes de la desesperación; consumidores impertérritos
de las libidinosas carestías del obispo despellejado por la vivida reflexión
del abyecto paladín del olvido.
Los aullidos de
dolor son la dulce sinfonía del señor de las moscas, esas mismas moscas que,
sin miramientos se posaran sobre todos los cuerpos venidos a carne sin chispa,
de los pobres, de los ricos, los negros, rubios, enfermos, discriminados,
socialmente advenedizos…
Cambia la suerte
del desafortunado, como siempre, para peor.
Melancólico como
el viento del oeste que llora la perdida de las lluvias en su cansino paso por
las altas cumbres.
Salto tan alto
como me dan las fuerzas. Igual nunca alcanzo la luna, ni las estrellas, ni el
infinito, nunca me encuentro con Dios. Salto y salto pero nunca llego tan alto.
Sigo reptando al
acecho entre la mierda, me revuelco en ella, me acostumbro a su pastosa
textura. No me siento a gusto entre ella, pero no puedo escapar a ningún otro
lugar mas limpio.
Solo la mierda me
abraza con la calidez de la fétida madre.
Miro al cielo y
veo a Dios que me mira con sorna; en su trono de nubes doradas.
Salto aun mas
fuerte, trato de llegar a Él de escupirlo en la cara. Solo consigo que mi
esputo salpique mi rostro desesperado.
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