Mecía pausadamente su pierna queriendo no delatar la impaciencia que lo embargaba. Miro de soslayo el lúgubre reloj que adherido a la pared como araña, daba tiempo a esa realidad sin forma.
Recortada su silueta detrás de la cortina maltrecha, ajada y mugrienta, color bermellón que cubría la gruesa ventana del comedor, Cirilo, con la mirada fija, su nariz redonda alzada cual perro cazador olfateando el viento, sus mofletes rellenos como horma de queso; lo espiaba extasiado.
Todo eso le molestaba hoy más que de costumbre; la idiotez de Cirilo que se creía invisible, el paranoico comportamiento de Vilca, que sentado cerca suyo se mantenía con la mirada fija clavada en un extraño y ridículo cuadro destartalado que servía solo de refugio de arañas.
Ni siquiera soportaba en este día a Amalio, detesto, en este momento, haberle dicho hace tiempo que serian amigos para siempre. Ya no quería ser amigo de Amalio, ya no lo comprendía como los otros días cuando al verlo con mirada perdida y a punto de volar, lo tironeo a la realidad con esa terrible ventosidad que hizo retumbar toda la casa dejando perdurar el eco al menos 20 segundos, luego la descabellada risotada de Amalio rompiendo con la fragilidad de la sala, estallando como un volcán descontrolado y absurdo, pero contagioso. Ese día todos terminamos riendo a más no poder ¡como locos! fue tanta la risa que hasta nos tuvimos que atar unos con otros para no reventar y salir volando, (es común entre nosotros volar cuando se revienta). Mi estomago pareció cuajarse de lo hinchado que se me había puesto.
Pero eso fue en otro momento, en otra vida me parecía, hoy no tenía ganas de soportar a nadie.
No soy lo que era, pero soy por lo que fui, chisto errático en mí oído Anselmo al tiempo que babeaba en mi brazo. Ese fue el detonante, la gota que colmo el vaso. No soporte mas, me puse en pie de un salto, golpee con la palma de mi mano la mesa (no demasiado, quería demostrar que estaba ofuscado pero no al punto de poner a todos en mi contra), chasquee los dientes descortésmente, tome aire como intentando decir algo, mas algo extraño calo hondo en mi ser dejándome mudo.
Me contuve, algo sobrenatural, que me desbordaba, indudablemente era algo anormal, no de este lugar lo que hacía detener mis palabras.
En ese momento fui el centro de la habitación, todas esas desconcertadas miradas se posaron en mí como si fuera la vedette del teatro.
Comencé a sudar, me dio frio, mucho frio, baje la vista y me senté sin decir nada.
Me cruce de piernas tranquilamente, acomode las solapas de mi saco, sacudí el polvo de las mangas, apoye mi frente en la palma que segundos antes había aporreado la mesa, puse mirada circunspecta, arquee una ceja fingiendo nobleza y me quede en silencio, tan profundo y hermético como cuando Cirilo me busca charla, así de callado quede.
Todos continuaron con sus menesteres dejando de prestarme atención.
Hoy es un día fuera de lo habitual, hoy no soporto mas a nadie, pensé para mis adentros. Ojala que Amalio me sorprenda con una de las suyas, dije mientras cerraba los ojos.
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