Diodoro describe
el ejército indio al que se enfrentó finalmente el emperador como semejante e
una ciudad amurallada, donde la infantería actuaba como muralla y los elefantes
como torres. Arriano detalla el despliegue de Poros:
“En vanguardia
dispuso a los elefantes distanciados unos 30m unos de otros, en un amplio
frente, para formar una pantalla ante todo el cuerpo de infantería e infundir
terror entre la caballería de Alejandro. No esperaba que ninguna unidad enemiga
se aventurara a abrirse camino por los huecos entre los elefantes… el terror
haría incontrolable el gobierno de los caballos, y era aún menos probable que
lo hicieran las unidades de infantería, ya que se encontrarían con la
infantería pesada y serían destruidas por los animales al volverse contra ellos
y pisotearlos” (Arriano V.16.).
La primera fase
de la batalla puede omitirse, pues consistió principalmente en una acción de
caballería. Poros estaba en lo cierto en su suposición de que los caballos de
Alejandro, no acostumbrados a los elefantes, no se acercarían a ellos y
Alejandro se vio forzado a realizar maniobras de amplio barrido. Abrió la
batalla reteniendo la mayor parte de su infantería y lanzando un ataque con la
caballería pesada, apoyada por arqueros dahae a caballo, contra la caballería
del ala izquierda india, tomándola en plena acción de despliegue. Koiros, con
un destacamento de caballería pesada, se desplegó por la izquierda de
Alejandro, con órdenes de seguir a la caballería de la derecha de Poros cuando
éste se moviera para defenderse del ataque de Alejandro por su izquierda. Tal
fue exactamente por lo que sucedió, y Koiros realizó un audaz movimiento por la
retaguardia de las líneas indias y de la caballería, atrapándolas en un
movimiento de pinza del cual escaparon hacia el santuario de la línea de los
elefantes.
La segunda fase
se centró en la infantería de Alejandro. Curcio nos dice que, antes de la
batalla, el rey macedonio había despreciado el valor de los elefantes:
“Nuestras lanzas
son largas y robustas; nunca nos servirán mejor que contra estos elefantes y
sus guerreros. Desalojad a éstos y atravesad a las bestias. Son una fuerza
militar de dudoso valor, y su ferocidad será mayor contra los suyos; son
conducidos hacia el enemigo por la fuerza de las órdenes, pero también por el
temor de los suyos” (Curcio VIII.14.16).
Esta suposición
modeló su táctica contra los elefantes. “Entonces, Alejandro envió a los
agrianos y los tracios de armadura ligera contra los elefantes, porque eran
mejores en las escaramuzas que en los combates cuerpo a cuerpo. Así soltaron
una lluvia de proyectiles sobre elefantes y cornacas” (Curcio VIII.14.24-25).
La lluvia de jabalinas hizo su efecto, y varios elefantes enloquecieron y
cargaron sin orden ni sentido. Los tracios los perseguían y, a continuación,
huían de ellos, usando tácticas típicas de las escaramuzas, pero de tanto en
cuanto atacaban en bloque a algún animal, tal vez cuando quedaba aislado del
resto. Curcio refiere que usaron hachas para tajarle las patas, pero
probablemente se refería a la rhomphaia tracia.
Al mismo tiempo,
la falange avanzó contra los elefantes con la intención de limitar el espacio
de combate. Las bestias rompieron la falange en un punto, como relata Arriano,
“llevando la destrucción en la sólida masa de la falange macedonia” (Arriano
V.17), pero parece que los elefantes tuvieron la suficiente inteligencia para
comprender que esta incesante masa en avance de puntas afiladas suponía un
peligro. Se congregaron literalmente en su propia línea y, como observa Curcio,
“cargaron contra sus propios hombres, barriéndolos; cornacas y guerreros
cayeron al suelo y murieron aplastados. Más terroríficas que amenazadoras, las
bestias fueron apartadas del campo de batalla como ganado” (Curcio VIII.14.30).
A la vez que pisoteada, la infantería india se agolpó en una masa inútil y
desorganizada. Parece, por otra parte, que muchos arqueros indios llegaron al
campo de batalla con sus arcos destensados; tuvieron que tensarlos sobre el
terreno y, debido al barro (sin duda levantado por los elefantes), muchos no lo
lograron.
Viendo el
desorden de las líneas indias, Alejandro ordenó a su falange que formara en
synaspismos (escudo cerrado) y que cargara, con la caballería atacando por las
alas. La línea india fue destruida. Arriano calcula las bajas en 20.000 hombres
de infantería, 3.000 jinetes y todos los carros; la mayoría de los elefantes
que sobrevivieron fueron capturados e integrados en el ejército macedonio. Las
pérdidas en la infantería de Alejandro sumaron 80 hombres, en su mayoría ante los
elefantes, además de 230 jinetes. Poros fue capturado tras resultar gravemente
herido, con su elefante muerto bajo su cuerpo. Se recuperó de las heridas, Alejandro, una vez estuvo ante él, le pregunto
como debía tratarlo, a lo cual Poros respondió: como lo que soy, un rey; el
gran macedonio se sintió tan conmovido ante su dignidad y bravura en la
adversidad que le repuso en el trono y le convirtió en su aliado.
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