El Imperio Inca,
el más grande de todos los estados precolombinos, se elevó a la grandeza en
menos de un siglo. Alrededor de 1300, la tribu se asentó en un valle en lo alto
de los Andes peruanos en donde estableció su capital, Cuzco. Inicialmente era
sólo un grupo entre muchos, involucrado en constantes conflictos de poca
importancia y no fue hasta 1438, cuando el Inca Pachacuti accedió al trono, que
se estableció en el estado Inca fuertemente centralizado y se conquistaron
vastos territorios, a sangre y fuego.
El Imperio Inca
se baso en antiguas tradiciones de estado y civilización del Perú. La primera
civilización andina, chapín había sido fundada cerca de 2500 años antes y había
sido sucedida por un cambiante calidoscopio de ciudades y pueblos. Entre los
años 500 y 1000 emergieron dos imperios que dominaban la mayor parte de los
Andes centrales y meridionales y partes de la costa. El primero de ellos recibió
el nombre de su capital, Tihuanaco, una populosa ciudad situada en el desolado
altiplano de Bolivia y centro de peregrinación de los Andes. El segundo
imperio, Huari, estaba centrado más hacia el norte. Ambos imperios
administraban sus extensos territorios desde centros creados en forma
planificada, donde funcionarios de gobierno supervisaban las amplias obras públicas
realizadas por sus habitantes como tributo laboral. Los Incas darían buen uso a
estos sistemas de administración.
Los incas también
aprendieron mucho de la magnifica civilización Chimú que domino la costa norte
del Perú desde alrededor del año 700 hasta su derrota por los Incas en 1476. Los
Incas adoptaron la eficaz política colonial y la red de comunicaciones de los
chimúes y asimilaron sus técnicas de fundición de metales, textiles y la producción
masiva de alfarería.
Ninguno de estos
imperios primitivos igualo al Inca en tamaño. En su apogeo, entre 1493 y 1525,
el imperio Inca abarcaba un área de aproximadamente 3500km de longitud, adentrándose
hacia el interior, desde la costa, un promedio de 320km. Los éxitos militares
Incas se debían al entrenamiento de jóvenes nobles a los que se inculcaba
actitudes belicosas y a la existencia de un ejército permanente que podía
alcanzar con prontitud todas las comarcas del imperio. La extensa red de
caminos permitía que las noticias viajaran con celeridad y también permitía a
las tropas llegar a lugares conflictivos con un mínimo de demora. Los incas
desarrollaron grandes carreteras en la costa y en las montañas unidas por
caminos conectados entre si que totalizaban aproximadamente 40000km. Solo los
viajeros oficiales podían usar los caminos y permanecer en los mas de 1000
tambos o refugios de descanso situados a intervalos de un día de viaje. Muchos
caminos tenían apenas un metro de ancho, adecuados solo para peatones y llamas
con carga, aunque los caminos principales llegaban hasta los 16 mts de ancho
para permitir el paso a los ejércitos. Los mensajes eran llevados por los
chasquis, corredores de relevo que podían cubrir cerca de 250 km al día; cada hombre corría
dos o tres kilómetros. Los caminos eran construidos con el sistema de trabajo
obligatorio denominado “mita”; se excavaban túneles a través de despeñaderos,
se edificaban las calzadas cruzando ciénagas y precipicios, conectándolas por
puentes colgantes de piedra o de madera de hasta 70mts de largo.
Estos caminos también
se utilizaban para el transporte de grandes cargamentos que se llevaban a
espalda de hombre o lomo de llamas a los depósitos regionales de alimento. En
Huanuco Pampa los graneros podían contener 36 millones de litros de grano y
muchas de estas ciudades eran centros de producción industrial donde grandes
fábricas de tejido y alfarería producían a escala masiva artículos altamente
estandarizados. Había poco espacio para la creatividad individual. La cerámica
inca, por ejemplo, muestra poca variación en la forma o decoración y está
adornada en su totalidad con diseños geométricos pintados a espacios regulares.
Las herramientas de metal y piedra, los adornos metálicos, como pequeñas
figuras de hombres y animales, y los diseños textiles eran todos similarmente
uniformes.
A medida que el
Imperio Inca se extendía, se construyeron nuevas ciudades en áreas
recientemente conquistadas. Los administradores locales gravaban a los
productos agrícolas y artículos elaborados, como telas y cerveza de maíz con
tributos de aproximadamente 66%. También utilizaron el trabajo forzoso, o mita,
en proyectos de construcción de caminos, sistemas de riego y alcantarillado,
construcción de terrazas agrícolas, trabajos de extracción en canteras y minas,
así como en la construcción de ciudades y de las imponentes fortalezas
estatales.
Es sorprendente
que esta compleja burocracia no tuviera alguna forma de escritura. Los
registros se mantenían en quipus, trozos de cordeles que eran anudados a
intervalos significativos, a cuyo cargo estaba una clase especial de
administrador, el quipucamayoc. Estos registros de tributos e impuestos se
basaban en un sistema decimal de cálculo, pero pueden haber servido también
como una “ayuda-memoria” para información de carácter histórico y cultural.
La jerarquía
social estrictamente regulada del estado inca tenía forma piramidal. En la
cúspide estaba el Zapan Inca, el monarca absoluto en asuntos políticos,
religiosos y militares. Se creía que el Zapan Inca descendía del Dios Sol, la
principal deidad inca. La aristocracia, esencialmente parientes del Zapan Inca,
se desempañaba en cargos de consejeros y gobernadores provinciales. Su deidad
más importante era Viracocha, el Dios Creador. Los funcionarios de menor rango
eran responsables en último término ante el Zapan Inca a través de su
representante en el rango inmediatamente superior, lo que garantizaba el
control de todos los niveles de la sociedad. En la base estaban los campesinos,
cuya laboriosa agricultura de riego constituía el fundamento económico del
estado inca y que continuaban adorando a espíritus locales de manantiales y
piedras sagradas junto con el culto oficial inca al Sol.
El sistema
adolecía de dos graves defectos: en primer lugar, sin una cabeza efectiva el
estado se desmoronaría, puesto que ya no había ninguna cohesión entre las
clases de la sociedad: en segundo lugar, no existía una línea bien definida de
sucesión al trono. Para infortunio de los incas, la llegada de Francisco
Pizarro y sus huestes en 1532 coincidió con una disputa de sucesión en el
imperio inca lo que permitió a los españoles capturar al Zapan Inca por medio
de un ardid. Pronto el Imperio Inca dejó de serlo, los templos fueron
despojados de sus ornamentos y el sistema socio-político andino, que había
evolucionado por mas de 5000 años, recibió un golpe mortal del que nunca se
recuperó
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