Constitución, 0700 horas, bajo del tren luego de haber
sido apretado, empujado, pisado, ensuciado por las bicicletas que se meten en
cualquier vagón por mas que no sea el furgón, mordido, picado y molestado por
miles y miles de pasajeros hacinados en sucios y rotos vagones mas aptos para
transportar inmundicias que personas.
Mi respiración se hace pesada, la mente se me obstruye
por el odio, mis oídos son poseídos por un silbido agudo que me abstrae de lo
que pasa, mi vista se nubla.
Siento el peso en mi mochila, estaba preparado para esto,
hoy no van a poder conmigo.
Soy arrastrado por la infinita masa de personas que
automatizados caminan como hormigas hacia la salida de la estación o hacia la
entrada del subte C.
A los empujones, haciéndome un lugar me detengo, extraigo
de mi mochila un pequeño artefacto cilíndrico, es de cartón, cartón duro
repleto de Napalm. Esta vez no van a poder conmigo. El infierno se desata en
constitución.
El fuego devora a miles, las perdidas son enormes, toda
la estación con sus trenes, maquinistas, oficinas, pasajeros, vendedores,
mendigos, borrachos, drogados, homosexuales; todo arde en una armoniosa
sinfonía de muerte y destrucción.
Y yo, cual Nerón contemplando su obra maestra, río
satisfecho.
Al menos el tren, mañana va a estar mas vacío.
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