Al final del Neolítico, los pueblos de Europa
y Asia empezaron a domesticar animales que podían montar o usar como fuerza de
tiro. En la región póntica septentrional, ya en torno al año 4000 a.C.: había hombres
capaces de cabalgar. Hacia la misma época, los asnos empezaron a ser
domesticados en Egipto y el sudoeste de Asia, mientras que los camellos
bactrianos en la meseta irania y los dromedarios en el sur de la península Arábiga
lo fueron en el curso del siguiente milenio. El elefante indio fue domado en el
seno de la civilización del valle del Indo (entre 2500 y 1750 a.C.), aunque la domesticación
de los elefantes africanos en el norte de África hubo de aguardar a los últimos
siglos del I milenio a.C.: De estos animales, el uso militar del burro, tras un
breve periodo de gloria, se dedico casi por completo al transporte de carga,
mientras que los camellos tuvieron un empleo muy limitado en batalla. En cambio
los elefantes asumieron un notable rol militar, y los caballos sustentaron la
base de los carros y la caballería, dos de las armas principales,
respectivamente, de las fuerzas de las edades del bronce y del hierro.
Aunque los caballos fueron usados en batalla
desde tiempos muy antiguos, la primera fuerza militar asociada de la que se
tiene constancia fue la de los carros. El primer uso atestiguado de la misma se
produjo en Mesopotamia, donde escenas sumerias del año 2500 a.C., aproximadamente,
muestran a guerreros conduciendo “carros de guerra”, que eran vehículos
pesados, estrechos y largos. El auriga se sentaba delante del guerrero, que
arrojaba jabalinas desde las aljabas que llevaba en los costados. Los carros
estaban provistos de cuatro ruedas sólidas de tres secciones unidas, que
probablemente se acoplaban en ejes fijos mediante largos cilindros de forma que
cada rueda pudiera girar independientemente de las demás. Sin embargo, la
ausencia de un eje frontal pivotante hacia, con toda probabilidad, volcar el
carro en los giros a gran velocidad. Había asimismo vehículos de dos ruedas, más
manejables que los de cuatro, pero en los que solo podía viajar un hombre, por
lo cual se usarían probablemente para llevar mensajes y transportar a los
oficiales.
Los carros de guerra eran arrastrados por
cuatro équidos, que podían ser burros o híbridos de onagro y asno; en aquel
tiempo los caballos eran prácticamente desconocidos en el Cercano Oriente. Las líneas
de control pasaban a través de unas argollas metálicas dispuestas en la vara de
arrastre y también por unos aros acoplados al hocico de los animales. Al tirar
de las riendas, el auriga podía muy bien detener el carro, pero para el control
de la dirección debía recurrir a vocees de mando o al uso de un látigo o un aguijón.
El yugo se usaba para unir solo a dos de los animales. El tercero iba atado con
colleras, con lo que la potencia de tracción que podía desarrollarse era obligadamente
limitada. Sin embargo, al tener menos peso del que tirar, ese animal llevaría
un paso mas rápido, incitando a los uncidos a imitarle. Los ensayos demuestran
que el vehiculo de cuatro ruedas alcanzaba velocidades de 15 a 20 Km. /h.
Los carros eran propiedad del estado, cedidos
a los hombres que iban a la guerra y después devueltos. Una ciudad-estado
sumeria, Umma, tenía una unidad de 60 vehículos, y otras poblaciones urbanas mantendrían
sin duda fuerzas equivalentes, a cargo en muchos casos de miembros de la casa
real. Es común ver en los relieves carros de dos hombres persiguiendo o
aplastando a enemigos caídos, en una representación típica de modelos
posteriores.
Tan solo cabe especular sobre sus usos; por ejemplo,
el hecho de que llevaran jabalinas lleva a pensar que se acercaban bastante a
las tropas enemigas. Un carro de tal peso, tan baja velocidad y tan delicada
maniobrabilidad debía asumir un gran riesgo al adentrarse entre las huestes
enemigas. Cuando los soldados se hubieran acostumbrado a estos carros de
guerra, es probable que desarrollaran métodos para vencerlos. No aparecen
representaciones de carros en batalla en los últimos tres siglos del III
milenio a.C.; es probable que se abandonara su uso.
Lo que se necesitaba era un carro ligero,
animales más dóciles y mejores medios de control. Estos factores tuvieron
primero un efecto en el Cercano Oriente en el primer cuarto del II milenio a.C.:
En primer lugar, el caballo apareció de nuevo en la región, después de una
presencia inicial en Anatolia hacia el año 3000 a.C.: Aunque pequeños
para las normas modernas, estos caballos igualaban o superaban a los demás
équidos en tamaño y velocidad, y eran mas domables y elegantes. Pronto llego su
empleo en los carros. Hacia el siglo XX a.C. empiezan a aparecer en las
ilustraciones anatolias carros abiertos con ruedas de rayos tirados por un par
de caballos uncidos. Sin embargo, el vehiculo se controlaba con una única
rienda unida a un aro en el hocico del animal, por lo que la gobernabilidad seguía
siendo escasa. Hacia el siglo XVIII a.C., las ilustraciones sirias muestran un
par de riendas para dirigir a cada animal, lo que indica claramente la introducción
del bocado y la brida. Al mismo tiempo reaparece el motivo del “auriga que guía
su carro sobre enemigos caídos”, lo que demuestra que al menos algunos reyes
llevaban sus carros al campo de batalla. A mediados del siglo XVII a.C.:, si no
antes, estaban claramente en uso carros montados por un auriga y un guerrero,
este armado con arco y aljaba, si bien al principio apenas sumaban unas
docenas. El carro se convirtió así en un arma de guerra que domino las batallas
del final de la Edad
del Bronce en el Próximo Oriente. Durante el transcurso del II milenio a.C.:
empezaron a usarse carros en Europa, Asia y el norte de África, así como en
Asia Central, India y China.
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