Miguel Capa (Nahuel Moreno)
Eugenio Greco & Alberto Franceschi
1) El programa del trotskismo es hacer la revolución
socialista mundial, movilizando en forma permanente a la clase obrera hasta
lograr la destrucción del sistema imperialista mundial, la toma del poder por
la clase obrera internacional y la construcción del socialismo a nivel mundial.
Para llevar adelante este programa, el trotskismo se plantea la construcción de
la Internacional, el Partido Mundial de la Revolución Socialista, sin cuya
conducción la revolución socialista mundial no podrá triunfar. Por eso, las dos
únicas estrategias generales del trotskismo son: la movilización permanente de
la clase obrera y las masas para la toma del poder y la construcción del
partido. En relación a su programa y sus estrategias, todo lo demás es táctico.
No tenemos acuerdos programáticos ni estratégicos con ninguna corriente, movimiento,
tendencia o partido cuyo programa, organización y/o metodología sean opuestos a
la movilización independiente, democráticamente autoorganizada y permanente de
los trabajadores a nivel internacional y nacional y a la construcción de la
Internacional y sus secciones nacionales.
2) La revolución obrera socialista, como toda revolución en
la historia, también es popular. La clase obrera no puede tomar y ejercer el
poder si no es con la movilización y el apoyo de la mayoría de la población, es
decir, sin la alianza de los trabajadores con las masas populares no
proletarias explotadas y oprimidas por el sistema capitalista imperialista, sus
regímenes y gobiernos.
La necesidad de la alianza obrero-campesina-popular para
hacer la revolución socialista e instaurar la dictadura del proletariado se
expresa en el terreno político, en la obligación del partido obrero
revolucionario de realizar una política de alianzas con las direcciones
políticas de esas clases y capas sociales. Esas alianzas no sólo son lícitas, sino
imprescindibles para movilizar a las masas y tomar el poder. Así lo demuestra
la experiencia de los bolcheviques, que debieron pactar con los Socialistas
Revolucionarios de Izquierda para llevar a los soviets al poder en Rusia en
1917 con el apoyo del campesinado.
Pero esta política de alianzas sólo conduce a la
revolución socialista si la clase obrera y su partido revolucionario se
mantienen independientes, actuando como dirección, como caudillo de todo el
pueblo. Esto es así porque las direcciones pequeñoburguesas y burguesas son
enemigas mortales de la movilización permanente y democráticamente
autoorganizada de los trabajadores, de la toma del poder por éstos y de la
revolución socialista. Toda alianza con esas direcciones es, por lo tanto,
táctica, momentánea, un acuerdo para la acción común. Su objetivo es movilizar
a las masas en la forma más amplia posible. Sólo puede y debe realizarse cuando
esas direcciones encabezan, promueven o abren una brecha para la movilización
de masas. Y está destinada a romperse apenas esas direcciones traicionen al
proceso revolucionario, como es inevitable por su carácter de clase. Así
ocurrió también en Rusia, donde los Socialistas Revolucionarios de Izquierda
rompieron rápidamente con los bolcheviques y se pasaron a combatir en el campo
de la contrarrevolución contra el poder soviético.
3) El surgimiento de direcciones pequeñoburguesas
independientes del stalinismo que han dirigido revoluciones triunfantes, como
fue en su momento el castrismo y es ahora el sandinismo, puede llevarnos al
error de creer que con estas direcciones y sus organizaciones nos une una
estrategia común: la de hacer la revolución política contra el régimen burgués
de turno e independizar al país del imperialismo. Sería un error grave, ya que
no tenemos ninguna estrategia común con esas direcciones pequeñoburguesas
independientes del stalinismo. Ellas, como cualquier dirección pequeñoburguesa,
oscilan entre la burguesía y la clase obrera. Juegan, ora un papel progresivo,
ora un papel reaccionario. Pero a la larga es inevitable que traicionen a la
revolución, en algún punto del proceso revolucionario, por esa profunda razón
de clase: son pequeñoburguesas.
Para nosotros, la revolución política es un momento de la
revolución socialista. Por eso si bien podemos coincidir con ellas en derribar
a una dictadura proimperialista, no coincidimos en quién debe reemplazarla.
Ellas están totalmente dispuestas, como lo demostraron el castrismo con Urrutia
y el sandinismo con Chamorro y Robelo, a sustituir la dictadura por un gobierno
burgués de colaboración de clases. Nosotros luchamos para que tome el poder la
clase obrera para hacer la revolución socialista. Y, si podemos, lo hacemos
inmediatamente ya que lo peor que le puede pasar a una revolución es quedar
estancada en la “etapa” de la revolución política democrática, como también lo
demuestra Nicaragua. Lo único que nos une a estas direcciones es que los dos
estamos en contra del régimen dictatorial, pero estamos tajantemente divididos
en lo que estamos a favor : ellos un nuevo gobierno burgués, nosotros un
gobierno obrero y campesino. No hay, por lo tanto, ninguna estrategia común.
Incluso si esas direcciones, acorraladas entre el ascenso
de masas y la agresión imperialista, se ven obligadas contra su voluntad a
expropiar a la burguesía y establecer un estado obrero, como hizo Castro,
tampoco tenemos con ellas una estrategia común. Para nosotros, las revoluciones
nacionales son momentos de la revolución socialista internacional. La
constitución de estados obreros tiene como objetivo fundamental y prioritario
construir una palanca poderosísima para ayudar al desarrollo de la revolución
mundial. Esas direcciones, precisamente por ser pequeñoburguesas, son
nacionalistas, no internacionalistas. Cuando toman el poder, hacen lo imposible
por no expropiar y no ponen jamás el país al servicio de la extensión de la
revolución. Y, si expropian, establecen un régimen totalitario para
desmovilizar a las masas y dedicarse a “construir el socialismo en el propio
país”. No hay, en consecuencia, ninguna coincidencia estratégica, por cuanto
nuestra estrategia es opuesta a la de ellos: instaurar en el estado obrero un
régimen leninista, el único que, apoyándose en la autoorganización y
movilización democrática de los trabajadores, tiene como finalidad central el
desarrollo de la revolución socialista internacional.
4) La diferencia entre las direcciones pequeñoburguesas
independientes y los aparatos tradicionales es que las primeras, en algunas
coyunturas, sí quieren hacer una revolución, así sea solamente contra un
régimen odiado, en tanto que los segundos son conscientemente
contrarrevolucionarios. Por eso reivindicamos a las direcciones
pequeñoburguesas independientes, si se mantienen consecuentes con su propio
programa, como grandes luchadores y héroes de la revolución democrática y
antiimperialista, mientras denunciamos a los burócratas y stalinistas como
contrarrevolucionarios.
Pero esta diferencia no nos puede ocultar que las
direcciones pequeñoburguesas independientes, por ese carácter de clase, están
mucho más cerca de la burocracia y del stalinismo que de nosotros. Sólo así se
explica que Castro se haya incorporado al aparato stalinista mundial; que los
sandinistas, sin haberse incorporado, apliquen fielmente la política que les
aconseja el stalinismo; y que los guerrilleros salvadoreños estén siendo
controlados por el stalinismo aún antes de haber triunfado la revolución
democrática antiimperialista, y ya no proponen terminar con Duarte, sino
compartir el gobierno con él, es decir ya no son consecuentes ni siquiera con
hacer la revolución democrática antiimperialista. En conclusión, si bien es
cierto que con las direcciones pequeñoburguesas independientes podemos recorrer
juntos un trecho del camino más largo del que podemos recorren con el
stalinismo, no deja de ser eso, un trecho en el camino. Pero no estamos de
acuerdo en la estrategia, es decir, a dónde conducir ese camino.
Por esa razón, nuestra política de alianzas con las
direcciones pequeñoburguesas independientes, es igual que con el stalinismo, la
burocracia sindical e incluso con direcciones burguesas nacionalistas: se
reduce estrictamente a los acuerdos para la acción común, manteniendo nuestra
total independencia política y organizativa, para movilizar a las masas y
desplazarlos como dirección.
5) El hecho de que las direcciones independientes cumplan un
rol más progresivo en algún período de la lucha de clases que el stalinismo y
demás aparatos contrarrevolucionarios no significa que sean la mejor dirección
posible de los sectores populares aliados del proletariado. Los trotskistas no
abandonamos a eses sectores sociales a disposición de esas direcciones
pequeñoburguesas independientes. Nosotros luchamos para que sea la clase obrera
la que dirija a sus aliados, lo cual significa desplazar de la dirección de los
sectores populares no proletarios a las direcciones pequeñoburguesas —guerrilla
incluida—. Queremos que los campesinos pobres, el proletariado rural, la
pequeña burguesía urbana empobrecida, los marginales, el semiproletariado,
etc., reconozcan como su dirección a la clase obrera y a su dirección
revolucionaria trotskista o trotskizante, no a las organizaciones
pequeñoburguesas. Esto implica, entre otras cosas, que los trotskistas no
aceptamos que los sectores populares no obreros sean un coto privado de las
direcciones pequeñoburguesas. Nuestro objetivo es que haya fracciones
campesinas, pequeñoburguesas bajas, etcétera, trotskistas (aunque no tengamos
fuerzas para llevarlo a la práctica si nuestro partido es pequeño), que combatan
a las organizaciones burguesas, pequeñoburguesas y burocráticas en todos los
sectores sociales, explicándoles que sólo bajo la dirección y el gobierno de la
clase obrera lograrán destruir al régimen odiado y satisfacer sus
reivindicaciones.
6) Toda política de alianzas implica acuerdos entre
direcciones. Esos acuerdos pueden ser simples unidades de acción, frentes u
organizaciones comunes. A diferencia de los acuerdos, que sólo comprometen al
partido a luchar por el punto común sobre el cual se acordó, los frentes ya
implican la existencia de una dirección, es decir cierto grado de centralismo,
y de organismos de base comunes. Por esa razón, el trotskismo jamás baraja, ni
siquiera como hipótesis, hacer un frente, ni mucho menos una organización revolucionaria
común, con organizaciones no obreras, sean ellas burguesas o pequeñoburguesas,
ya que ello significaría que estaríamos dispuestos a aceptar la disciplina de
esas organizaciones o, lo que es lo mismo, la perdida de la independencia del
partido y de la clase obrera ante organizaciones no proletarias.
En cambio, sí aceptamos o impulsamos frentes u
organizaciones comunes con otras direcciones u organizaciones obreras. Estamos
en los sindicatos y en los soviets, que son frentes más o menos permanentes de
la clase obrera, y es obligatorio que estemos. Podemos ser parte incluso de un
partido obrero con direcciones obreras burocráticas proburguesas o stalinistas
frentepopulistas para arrancar a una clase obrera atrasada del sometimiento a
los partidos burgueses y conquistar la independencia política del proletariado.
En estos frentes, si son de masas o incluso si reflejan
un fenómeno muy progresivo y dinámico de la vanguardia obrera, podemos llegar a
disciplinarnos a ellos, Si, además, el funcionamiento es democrático, nuestra
disciplina puede llegar a ser casi total. Nunca nuestra disciplina es total, ya
que un frente obrero puede aplicar una política contraria a nuestros
principios: no apoyamos ni nos
disciplinamos a un sindicato de los maestros blancos norteamericanos, aunque
sean la gran mayoría de los maestros, si exigen que se segregue a los maestros
latinos; no apoyamos ni nos disciplinamos a los sindicatos norteamericanos que
manifestaban en apoyo a la guerra imperialista en Vietnam.
Estos frentes obreros son frentes y no simples acuerdos
porque tienen cierto grado de centralismo, una dirección, organismos de base
comunes donde las diferentes corrientes o fracciones luchan por imponer sus
políticas y que nosotros aspiramos y peleamos para que sean democráticos,
cierta permanencia en el tiempo, etcétera.
También podemos hacer acuerdos políticos con direcciones
obreras contrarrevolucionarias o reformistas, de la misma forma que los hacemos
con direcciones burguesas o pequeñoburguesas. Tanto los frentes como los
acuerdos con direcciones obreras contrarrevolucionarias o reformistas tienen el
mismo doble objetivo que los acuerdos que hacemos con direcciones no
proletarias: movilizar a los obreros y destruir a la burocracia. Estamos en los
soviets para movilizar a los trabajadores hacia el poder y desplazar a las
corrientes reformistas que participan en el soviet. Estamos en un partido
laborista para defender la independencia política de la clase y para desplazar
a su dirección colaboracionista. Y hacemos un acuerdo como el del MAS y el PC
argentinos para movilizar y hacer avanzar la conciencia de nuestra clase y
ganarle la dirección de la vanguardia al PC.
7) El Frente Unico Revolucionario, en cambio, es un frente
entre nuestra organización trotskista y las corrientes obreras de vanguardia
que evolucionan hacia nuestro programa. Es una transición hacia el partido
obrero revolucionario. Si el frente cuaja, rápidamente tenderá a transformarse
en partido obrero revolucionario. Lucharemos para que sea permanente y se
organice en forma centralista democrática. Esto quiere decir, entre otras
cosas, que nuestra disciplina a él será absoluta, ya que tenderemos a disolver
nuestra organización.
Al igual que los acuerdos con direcciones no proletarias
y de los frentes y acuerdos con direcciones obreras contrarrevolucionarias, el
Frente Unico Revolucionario busca la movilización de las masas. Pero es una
táctica que se inscribe en la estrategia de construcción del partido. Por esta
razón, se diferencia de aquellos en que no queremos destruir a las
organizaciones obreras revolucionarias con las cuales hacemos el Frente Unico
Revolucionario, sino fortalecernos todos haciendo un partido único. Si, en el
desarrollo de nuestra política de Frente Unico Revolucionario, la evolución de
esas corrientes se detiene y cristalizan como centristas, el Frente Unico
Revolucionario se rompe y los centristas se convierten en un nuevo obstáculo para
la construcción del partido y deben ser tratados como tales,: acuerdos para
movilizar a las masas y destruirlos a ellos.
8) Si bien los acuerdos y frentes que realiza el partido
trotskista son tácticas en función de sus estrategias fundamentales de movilizar
a las masas para la toma del poder por el proletariado y construir el partido,
como principio general esas tácticas son obligatorias. Uno de los principios
del trotskismo y el leninismo, que lo diferencia del ultraizquierdismo y
sectarios es precisamente la obligatoriedad de todo acuerdo o frente que ayuda
a la movilización de las masas y/o a la construcción del partido.
Pero este principio se combina y supedita a otro: nuestra
política no va dirigida a las direcciones, organizaciones o sectores de vanguardia
del movimiento obrero a quienes les planteamos acuerdos o frentes o sobre los
cuales queremos trabajar para ganarlos para el partido. Por el contrario,
nuestra política y consignas son dictadas por las necesidades de las masas y,
tomando en cuenta su conciencia, buscan tender un puente entre esa movilización
y las tareas socialistas. Por eso, en cada coyuntura de la lucha de clases, el
trotskismo levanta un programa de transición que arranca de las necesidades de
la clase obrera y las grandes masas populares.
Todo intento de definir nuestra política y consignas a
partir de las líneas, inquietudes o necesidades de las organizaciones con las
cuales hacemos acuerdos o frentes o de los sectores de vanguardia sobre los
cuales privilegiamos la actividad para construir el partido, es revisionismo
vanguardista. Nos lleva a alejarnos de la clase obrera y a capitular a sectores
no proletarios, u obreros oportunistas o centristas y nos impide movilizar a
las masas hacia el triunfo de la revolución socialista.
Por eso mismo, nuestra relación con las organizaciones
con las cuales hacemos frentes o acuerdos y con los sectores de vanguardia
sobre los cuales trabajamos es la crítica sistemática a sus posiciones, la
confrontación de nuestra política y consignas, extraídas de las necesidades de
las masas y de su movilización, con las consignas y políticas de esas
organizaciones y sectores de vanguardia.
Nuestra corriente tiene una larga tradición de lucha
contra el vanguardismo mandelista y contra una de sus expresiones más
criminales: la capitulación a las organizaciones guerrilleras. Esa batalla es
uno de los jalones fundamentales en el desarrollo de lo que hoy es la LIT-CI.
Si bien las actuales guerrillas y fenómenos de vanguardia no son idénticos a
las de la primera época castrista, las conclusiones generales de esa lucha
hacen parte de la tradición y los principios de la LIT-CI.
9) Para aplicar correctamente la política de alianzas y toda
otra política trotskista es imprescindible hacer claras definiciones de clase y
políticas de las organizaciones y direcciones que actúan sobre el movimiento de
masas y su vanguardia. El trotskismo rechaza toda definición de clase que tome
en cuenta sólo una característica o elemento: programa, composición social de
la base, procedencia social de la dirección, forma organizativa, u otra. Todos
estos elementos hacen parte de la definición, pero las dos características
centrales son la dirección y la política.
El problema de clase de la dirección no es su origen
social, sino si esa dirección se propone construir o no una organización obrera
orgánicamente independiente de la burguesía. Si se lo propone, es una dirección
obrera y su organización es una organización obrera. Puede ser una dirección
obrera sindical, stalinista, electoralista, sindical-burocrática,
sindical-revolucionaria, bolchevique, pero es obrera. Si se propone organizar a
todos aquellos que están dispuestos a votarla en las elecciones, o a hacer
acciones armadas, o a cualquier cosa, sin importale la clase social, no es una
dirección obrera, sino burguesa o pequeñoburguesa. El hecho de que su base
pueda ser mayoritariamente obrera , como es el caso, por ejemplo, del peronismo
argentino, no cambia el carácter de clase de la organización y de su dirección,
sólo la hace más nefasta y peligrosa.
El problema política se sintetiza en la pregunta: ¿qué le
propone esa dirección a la clase obrera? Según la respuesta a esta pregunta
puede ser una dirección obrera de derecha y proburguesa, como la burocracia
sindical argentina, o proburguesa colaboracionista de clases, como la
socialdemocracia, stalinista, clasista centrista, etc... Sólo es dirección
obrera revolucionaria si es trotskista, es decir si levanta el programa de la
revolución socialista internacional, o trotskizante, es decir si es dinámica,
va cada vez más hacia la izquierda, tiende hacia nuestro programa.
De estos dos elementos, el que prima, el punto de partida
para toda definición, es el carácter de clase. Definir a una organización a
partir de una política coyuntural o un programa escrito más o menos radical es
un error grave que nos arrastra inevitablemente al oportunismo. Es decir, nos
dejará desarmados, a nosotros y a nuestra clase, cuando esa dirección u
organización cometa la inevitable traición al proceso revolucionario que se
desprende inexorablemente de su carácter de clase no proletaria.
10) Las organizaciones y direcciones guerrilleras no son
obreras, sino burguesas o pequeñoburguesas, por el solo hecho de ser
guerrilleras. Su dirección no se propone construir una organización obrera en
la clase obrera, sino organizar a todos los que estén de acuerdo en hacer
guerrillas, a servir de base a la guerrilla o a apoyar a la guerrilla. Su línea
demarcatoria no es la clase obrera, sino los individuos de cualquier clase que
quieran tomar las armas. Su programa y su política es hacer guerrilla.
Las organizaciones guerrilleras son un fenómeno distinto
a los partidos políticos que, eventualmente, hicieron guerrillas, como fue el
caso, entre otros muchos, del PC chino, el castrismo y el PC vietnamita. Todos
ellos eran partidos que, aunque en algún período asumieron la guerrilla como
forma fundamental de lucha, la supeditaron al partido. Las organizaciones
guerrilleras no se supeditan a ningún partido, sino que ellas supeditan a sus
organizaciones y militantes “de superficie”. Cuando las organizaciones
guerrilleras desarrollan una organización “de superficie”, sindical o política
entre los trabajadores o la juventud, ella es el brazo político de la
organización guerrillera. La organización guerrillera no es, pues, el brazo
armado de un partido político (obrero o no), sino a la inversa. Los Montoneros
argentinos, por ejemplo, tuvieron una numerosa Juventud Trabajadora Peronista
llena de extraordinarios luchadores sindicales, así como una juventud
universitaria, secundaria, barrial, etcétera. Cualquiera de ellas sumaba muchos
más miembros que los combatientes Montoneros. Pero cuando Firmenich dio la
orden de pasar a la clandestinidad y relanzar al guerrilla, todos esos
militantes, sin voz ni voto, acataron la orden y abandonaron a su suerte a los
trabajadores y a la juventud.
Al hacer de la guerrilla un programa y una estrategia
permanente, las organizaciones guerrilleras jamás pueden ser definidas como
organizaciones obreras, ya que, como sostenía Lenin: “El partido del
proletariado no debe nunca considerar la guerra de guerrillas como el único, ni
siquiera el fundamental medio de lucha, sino que debe supeditarse a otros, debe
guardar la necesaria proporción con los principales medios de lucha, debe ser
ennoblecido por la influencia educadora y organizadora del socialismo. Sin esta
última condición, todos, absolutamente todos los medios de lucha, en la
sociedad burguesa acercarán al proletariado a diferentes capas no proletarias
situadas por encima o por debajo de él...” (Lenin, Obras Completas , Cartago, Buenos
Aires, 1960, Tomo XI, pág. 215).
Las organizaciones guerrilleras son enemigas de la
organización obrera. No vuelcan sus dirigentes, que muchas veces son
extraordinarios luchadores, a organizar a los trabajadores, a construir en la
clase obrera un partido, un sindicato, un soviet, sino que los vuelcan a
organizar a los guerrilleros. Peor aun, utilizan a la clase obrera, si
intervienen en ella, como abastecedora de combatientes, sacando así de la clase
(y enviando a la muerte) a valiosísimos activistas y luchadores y debilitando
así la organización de la clase obrera. Y cuando no los sacan físicamente, los
sacan en su actividad, ya que los usan como apoyo, para guardar armas o
llevarlas, para hacer propaganda clandestina a favor de la guerrilla, etcétera;
de esta forma esos luchadores obreros no pueden, por razones elementales de
seguridad, hacer ninguna o casi ninguna actividad de organización política ni
sindical de la clase obrera.
El desarrollo de las luchas obreras puede provocar crisis
entre los activistas y dirigentes de las organizaciones “de superficie” de la
guerrilla que más reflejen a los trabajadores, al constatar que las órdenes de
los “comandantes” son nefastas para su clase. Esa crisis puede llevarlos
incluso a romper con la organización guerrillera. Es una obligación nuestra
intervenir en esa crisis para profundizarla y ganar valiosísimos individuos o
grupos revolucionarios. Pero eso no nos debe llevar a confundir a la guerrilla
con una organización obrera, ya que es exactamente lo opuesto.
11) Su carácter de clase pequeñoburgués hace de la
organización guerrillera una enemiga de la movilización permanente y
democráticamente autoorganizada de la clase obrera y el movimiento de masas.
Como cualquier organización pequeñoburguesa, oscila entre la clase obrera y la
burguesía, y pasa de la lucha más furiosa a las treguas más infames, por
ejemplo la que firmaron los Montoneros argentinos con el gobierno burgués de
Cámpora o el M-19 colombiano con Betancur. No educa a la clase obrera en que
confíe sólo en sus propias fuerzas y en la movilización de sus aliados bajo su
dirección, sino que le crea falsas ilusiones de que sus problemas se
solucionarán por la acción de un puñado de combatientes heroicos. No quiere,
bajo ningún concepto, la autoorganización democrática de los obreros, ni del
pueblo urbano, ni de los campesino, sino que busca encuadrarlos en una
estructura militar cerradamente totalitaria. No les dice a los trabajadores que
deben ser ellos quienes tomen el poder, sino que la apoyen para que sea ella,
la organización guerrillera quien tome el poder. Y, si logra tomar el poder,
hace lo mismo que cualquier organización pequeñoburguesa: instaura un régimen
bonapartista, de férreo control sobre el movimiento de masas para evitar que se
siga movilizando y de un cerrado nacionalismo opuesto a la extensión de la
revolución a la región y al mundo.
La organización guerrillera es enemiga de la movilización
permanente de las masas, también, porque sus acciones provacadoras desatan o
sirven de excusa para desatar violentas represiones y hasta golpes de estado,
que cercenan o hacen desaparecer las libertades democráticas arrancadas por el
movimiento de masas y que, para los trotskistas y para Lenin, son herramientas
formidables para la organización y despliegue amplio de la verdadera lucha de
clases.
Por todas estas razones, la organización guerrillera es
enemiga mortal de una estrategia fundamental del trotskismo: la movilización
permanente y democráticamente autoorganizada de los trabajadores. El trotskismo,
por el contrario, aunque nunca eleva a la guerrilla a forma fundamental y
permanente de lucha, la acepta como una táctica justa cuando, en determinados
momentos, ayuda a la movilización de las masas.
12) La organización guerrillera es también enemiga de la
segunda estrategia fundamental del trotskismo: la construcción de la
Internacional y sus secciones nacionales. Al sacar de la clase obrera a
valiosos dirigentes y cuadros revolucionarios, al empujar a la clase obrera a
la pasividad vía la espera de los combatientes salvadores, al provocar la
represión y el golpe, las organizaciones guerrilleras refuerzan el peso de los
aparatos contrarrevolucionarios en el seno de la clase obrera, en primer
término del stalinismo. Sacar a gran cantidad de activistas combativos o
revolucionarios del seno de su clase facilita enormemente la tarea de todas las
burocracias obreras ya que esos mismos activistas, volcados a la lucha
antipatronal y antiburocrática podrían ser el fermento y dirección de la
rebelión contra la burocracia y su aniquilamiento.
Por estas razones, la organización guerrillera es uno de
los peores enemigos de la construcción del partido. Y cuanta más influencia
tenga en la vanguardia obrera, más peligrosa es como enemigo. Incluso un
partido oportunista de masas es más fácil de combatir que la guerrilla, ya que,
por la presión de la base, puede verse obligado, por ejemplo, a convocar a una
huelga general aunque no quiera. Y con la huelga general la clase actúa como
clase, se templa y renueva el activismo, se hace más fácil construir el
partido. La organización guerrillera, en cambio, puede salir a una huelga
general que nadie quiere, provocando una derrota y mayor represión, como
sucedió en Colombia el 20 de junio de 1986. El partido oportunista de masas
deja a la clase obrera y a los activistas en su lugar, aunque tratando de
mantener pasiva a aquella y burocratizar o reprimir a éstos. Pero la guerrilla
saca a la clase obrera de su lugar, haciéndola mirar hacia sus acciones
espectaculares, y saca de la clase obrera a los activistas molestos para la
burocracia.
Combatir la política guerrillera es imprescindible para
poder construir el partido. Si la guerrilla tiene una gran influencia en el
movimiento obrero o en su vanguardia, hasta tanto no hayamos destruido esa
influencia no habrá ninguna posibilidad de construir el partido obrero
revolucionario de masas, ni siquiera un fuerte partido de vanguardia, ya que
actuará como un canal de desvío de los activistas que rompen con la burocracia
tradicional, llevándolos fuera de su clase y apartándolos del partido.
13) Las organizaciones guerrilleras son terroristas. En la
casi totalidad de los casos, sus acciones no ayudan al desarrollo de la
movilización, la organización y la conciencia de las masas. La guerrilla hace
una “guerra de bolsillo” contra la burguesía y su estado, exactamente opuesta a
la guerra civil, en la cual la movilización obrera y de masas asume formas
armadas, guerrilleras (en el sentido técnico del término), insurreccionales o
de guerra convencional entre ejércitos como fue la guerra civil en Rusia. Las
acciones terroristas de la guerrilla, al ser decididas por su propia cuenta,
provocan confusión cuando no repudio del movimiento de masas. Al no tomar en
cuenta a las masas, las acciones guerrilleras desatan o sirven de excusa para
desatar una represión del régimen absolutamente desproporcionada con el nivel
de movilización, organización y conciencia de aquellas; las masas quedan
inermes, desorganizadas y no preparadas para enfrentar esa represión. Cada
acción de la guerrilla, salvo las contadísimas excepciones en que, por
casualidad, ayudan a la movilización, desorganiza, desmoviliza y desarma a los
trabajadores. Por estas razones, los trotskistas no sólo no apoyamos esas
acciones, sino denunciamos ante los trabajadores su carácter desmoralizador,
desmovilizador y desorganizador. Nuestra única obligación de principios en
relación a la guerrilla es defenderla de la represión del régimen burgués.
Las únicas acciones guerrilleras que apoyamos son las que
se ajustan estrictamente al criterio leninista: “... no se consienten, en
términos generales, las ‘expropiaciones’ de bienes privados; las de bienes
fiscales no se aconsejan y sólo se admiten bajo el control del partido y a
condición de que los recursos se destinen a las necesidades de la insurrección
. Las acciones guerrilleras bajo la forma del terror se aconsejan en contra de
los agentes de la violencia del gobierno y de los miembros activos de las
centurias negras, pero bajo las siguientes condiciones: 1) tener en cuenta la
opinión de las grandes masas; 2) tomar en consideración las condiciones del
movimiento obrero en la localidad de que se trate; 3) procurar no despilfarrar
las fuerzas del proletariado...” (Lenin, Obras Completas , Cartago, Buenos Aires,
1960, Tomo XI, pág. 216).
Por lo tanto, los trotskistas no apoyamos jamás en
general las acciones guerrilleras y, en particular, las repudiamos ante las
masas en la inmensa mayoría de los casos.
14) El armamento del proletariado es parte de nuestro
programa. Como cualquier otra tarea, no está plantada en forma práctica sino
cuando el proletariado o sectores importantes de él empiezan a entender su
necesidad y se proponen armarse. Si el proletariado decide armarse, no hay
fuerza en el mundo que se lo impida; y si no está dispuesto a hacerlo no hay
fuerza en el mundo que lo logre. Cuando la agudeza de la lucha de clases le
plantea al proletariado objetivamente la necesidad de armarse, pero éste aún no
lo entiende o no está dispuesto a hacerlo, el partido no puede ir más allá de
explicarle pacientemente que debe armarse, hasta que lo comprenda y pase a la
acción.
El programa militar del proletariado es opuesto al de las
organizaciones guerrilleras. Estas sostienen que hay que construir un ejército
que se enfrente al ejército burgués; los trotskistas levantamos los comités de
autodefensa en la perspectiva de la milicia obrera y el trabajo sobre el
ejército burgués para separar a su base popular de su cúpula contrarrevolucionaria,
arrastrar a la primera hacia el campo de la revolución y, confluyendo con las
milicias obreras, hacer una insurrección, no una guerra de ejército contra
ejército. La necesidad de construir un ejército sólo se plantea a partir de la
constitución del estado obrero o de la existencia de una auténtica guerra civil
antes de la conquista del poder, la cual implica la existencia de zonas
geográficas en las cuales ya gobiernan los trabajadores.
Dado que el programa militar de la organización
guerrillera es opuesto a la creación de la milicia obrera, al trabajo sobre el
ejército burgués y a la insurrección, tal programa y las acciones que la
guerrilla efectúa, no acercan al proletariado a las armas, sino que lo alejan
de ellas. La guerrilla es un obstáculo absoluto para nuestro programa militar
trotskista de armamento del proletariado. Es, en consecuencia, inadmisible, que
el trotskismo pretenda “educar” al proletariado en la necesidad de armarse
haciendo propaganda favorable a la guerrilla y sus acciones. Es, por el
contrario, imprescindible denunciar a la organización guerrillera y sus
acciones ante el movimiento de masas si verdaderamente queremos que los
trabajadores se armen.
15) Ante el ascenso de las luchas obreras, la guerrilla entra
en una profunda crisis. Tal crisis se hace aun más aguda en las organizaciones
guerrilleras que desarrollan organizaciones sindicales “de superficie”. Los
militantes de esas organizaciones se ven sometidos a una doble presión: la de
la dirección guerrillera y la de las luchas obreras, que actúan en sentido
opuesto. Los cuadros sindicales de la guerrilla se ven obligados a optar entre
las necesidades de los trabajadores y las órdenes de los “comandantes”. Esta
crisis se hará inevitablemente más profunda y explosiva cuando la dirección
guerrillera, como cualquier otra dirección pequeñoburguesa, se pase al bando de
la burguesía y/o pacte con el stalinismo, como no puede dejar de ocurrir por su
carácter de clase.
Es una obligación de los trotskistas intervenir en esa
crisis, no para evitarla, sino para profundizarla y desarrollarla. Esto es,
para enfrentar a los militantes sindicales, juveniles, etc. de la guerrilla con
la dirección guerrillera y llevarlos a romper con ella. Sería no principista
incidir en esa crisis planteándole a la organización guerrillera el Frente
Unico Revolucionario, ya que éste es imposible con una organización
pequeñoburguesa. Por el contrario, tal planteo fortalecería a la dirección
guerrillera, a la que daríamos certificado de obrera revolucionaria. No se
podía jamás lograr que la JTP o sectores de ella rompieran con Firmenich si
nosotros planteábamos hacer un partido obrero revolucionario con Firmenich.
La táctica para profundizar la crisis de la organización
guerrillera es, pues, la misma que con cualquier otra dirección burguesa o
pequeñoburguesa con influencia entre las masas o la vanguardia obrera: acuerdos
para la acción común en el terreno de la lucha de clases; independencia
completa de nuestro partido para aplicar una sistemática política de crítica y
denuncia ante las masas de las inconsecuencias políticas de la dirección
guerrillera y de sus métodos nefastos. En tales acuerdos, los trotskistas
debemos privilegiar a los sectores obreros influidos por la guerrilla, lo que
puede plasmar en la constitución de una tendencia sindical combativa,
antipatronal, antigubernamental y antiburocrática. Nuestra gran lucha es para
que estos sectores dejen de acatar a la guerrilla y rompan con ella.
Una consigna transicional en ese sentido debe ser
llamarlos a que exijan a la guerrilla que se supedite y discipline a la clase
obrera, a sus organizaciones de masas o a la corriente sindical clasista. Esta
disciplina tiene un límite, el de los principios: jamás la guerrilla puede
verse obligada a desarmarse porque así lo decida la dirección oportunista de
una central obrera. Pero si esa central le exige que no haga más acciones, debe
acatarla, salvo que sea en legítima defensa. Nuestra propuesta sería que la
guerrilla sea uno de los destacamentos armados de la central obrera y ejecute
acciones en función de las necesidades de la lucha obrera y los deseos de los
trabajadores.
Aunque nunca se ha dado que una organización guerrillera
acepte esto, no lo podemos descartar hipotéticamente. Pero ello no ocurrirá, en
cualquier caso, sino a través de una dura lucha interna y de la crisis y la
división de la organización guerrillera. Los trotskistas debemos ser el polo
obrero de esta discusión, es decir los más clara y enérgicamente enfrentados a
la dirección guerrillera en el programa, la política y los métodos.
Sólo si tal ruptura se da habrá posibilidades de
concretar un Frente Unico Revolucionario con los militantes sindicales de la
guerrilla y el hipotético sector guerrillero que se discipline a ellos, ya que
se habrían transformado en una corriente obrera. Sin embargo, quedará por ver
si son una corriente obrera centrista cristalizada o si evolucionan hacia
nuestro programa, ya que si son lo primero tampoco hay posibilidades de Frente
Unico Revolucionario.
Fuente: Marxist.org
Fuente: Marxist.org