Como antes los representantes de la inteligencia y de la
autoridad divina, la iglesia y los sacerdotes se habían aliado demasiado
evidentemente en la explotación económica de las masas, lo que fue también la
causa principal de su decadencia, lo mismo hoy los representantes de la
inteligencia y de la autoridad humanas, el estado, el cuerpo de los sabios y
las clases instruidas, se han identificado demasiado evidentemente con esa obra
de explotación cruel e inicua para haber podido conservar la menor fuerza
moral, el menor prestigio. Condenados por su propia conciencia, se sienten desenmascarados, y no tienen otros
recursos, contra el desprecio que saben que han merecido muy bien, que la argumentación
feroz de la violencia organizada y armada. Esa organización fundada sobre tres
cosas detestables: burocracia, policía, y ejercito permanente, he ahí lo que
constituye hoy el estado, el cuerpo visible de la inteligencia explotadora y
doctrinaria de las clases privilegiadas.
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