martes, 28 de agosto de 2012

Asesinato en San Telmo. (Richard Zaratustra 1969)

Es esa fracción de segundo donde uno no reflexiona y actúa impulsivamente, sin conciencia de los actos realizados. Quedo atónito, sin poder creer lo que había hecho. ¿Pero que había hecho en realidad? Sino solo lo que debí haber hecho hace años. ¡No! No me mortifica lo que acabo de hacer, al contrario, debí hacerlo antes.
De pronto el sudor helado recorre mi espina dorsal, el terror me invade, tengo miedo, mi segundo de valentía pasa a segundo plano, ya no me siento tan seguro como hasta unos segundos atrás. Ahora tengo miedo ¿Qué voy a hacer? De seguro me llevaran ante la justicia, me harán pagar de la peor manera, ¡a mí! Pero yo no estoy preparado para eso, soy una persona culta, intelectual, nunca me moví en esa clase de ambientes marginados. Más que seguro me maten apenas me arrojen a ese infesto lugar. ¡O peor aún! Grito horrorizado, ¡por cuantas penalidades podrían hacerme pasar esos barbaros! No lo quiero ni imaginar.
Lo que debo hacer ahora es calmarme, ¡sí!, calmado podre pensar y sabré que hacer, debe haber una solución a este embrollo. Tengo que conseguir una coartada; no va a ser difícil, con mi lucidez mental podría engañar a cualquiera, y más fácil aún a esos policías corruptos que no son más que fantoches uniformados.
Debo preparar todo, debo pensar, pensar y decidir qué hacer…
En ese momento golpean la puerta del apartamento 18 del PH ubicado en la intersección de las calles México y Perú en el barrio porteño de San Telmo
Un grito mudo de terror se escapo de mi garganta, fue tanto el espanto que me sentí desvanecer, las piernas me fallaron y las rodillas con su constante temblequeo parecían tener vida propia; no pude contener cálidas gotas de orín que etiquetaron mi entrepierna gritándole al mundo que aquí se encuentra un cobarde de la peor calaña.
Saque fuerzas de donde no tenía y casi entre sollozos me acerque sigiloso a la puerta. ¿Quién es? Dije, pero la voz me traiciono y se detuvo en la garganta antes de salir; entonces carraspee e insistí: si, ¿Quién es?
Hola Casioteo, soy yo, Matilde. ¿Matilde? ¿Qué quiere esa bruja? Matilde es una vecina del apartamento contiguo al mío, es una metiche profesional, chismosa por demás ¿Qué querrá?
Si, Matilde, que necesita, estoy un poco ocupado en este momento, dije con voz monótona y pareja, no debían notar que los nervios me estaban matando, podrían sospechar.
No, nada, nada, es que escuche unos ruidos raros… ¿está todo bien? ¡Que le importa! ¿Por qué se mete? ¡Maldita sea a los vecinos indiscretos! Esto último falto poco para que lo pronuncie en voz alta.
Claro que está todo bien Matilde, porque no debía estarlo, prorrumpí nervioso, casi gritando, enfadado con esa vieja metiche que quería dejar expuesta mi desgracia.
Ahhh… bueno, porque escuche ruidos raros… insistió creyendo tener ella la certeza de que algo le estaba ocultando.
No le respondí, no podía seguir entreteniéndome más, tenía que encontrar una solución al tema, y el tiempo se me estaba agotando.
Voy a entrar Casioteo, quédese tranquilo.
¡Cómo! ¿Pero que está diciendo esta bruja? ¿Qué dice Doña Matilde? No puede entrar a mi apartamento, estoy ocupado, me estaba bañando y estoy desnudo, dije balbuceando, cualquier cosa para salir del paso.
Vamos casioteo, no pasa nada, fue diciendo mientras abría la puerta. ¡Pero no! ¿Cómo es posible? Está cerrado con llave. No entre grite desesperado, todo se va a ir al demonio, me va a descubrir…
Entra una imagen ensombrecida, pálida como la luz de la luna, circunspecta, recta, inquebrantable, y esa cruz, esa cruz escarlata que me hacia doler la cabeza cada vez que la veía. No, no puede entr4ar, está invadiendo mi espacio, le fui diciendo mientras trataba de ocultar con mi cuerpo lo que había hecho.
Vamos Casioteo, no pasa nada, está todo bien ahora, tomate estas pastillitas que te receto el doctor que en diez minutos se apagan las luces, y no queremos que nos ataquen las sombras cuando se apaga la luz, ¿verdad?
Entendí su sarcasmo, fruncí el ceño y le eche una mirada desgarradora, fulminante… pero tenía razón, las pastillas hacían que las sombras se fueran.
¿Puedo salir al parque mañana Matilde?
Bueno, vamos a ver cómo te portas esta noche, hoy está de guardia María Elena, mañana me dice como te portaste y ahí vemos, ¿sí?
Me voy a portar bien, te lo prometo, le dije mientras tomaba sin chistar mi dosis de clorpromazina, quiero ver el sol, me dijo León que mañana iba a salir el sol, hace mucho que no veo el sol, decía mientras me recostaba en mi catre pegado a la pared.
Mañana va a salir el sol me dijo mientras me cubría con una manta, mañana va a salir el sol Casioteo.
Me quedo con la vista clavada en la pared mientras Matilde se va cerrando la puerta con llave. Cierro los ojos y vuelo, me rio, los odio y me quedo dormido de a poco.
Ojala que mañana llueva, es lo último que se me cruza por la cabeza antes de quedar dormido.

No hay comentarios: