sábado, 21 de enero de 2012

Los diaguitas


La mayoría de los investigadores coinciden en decir que los diaguitas ocuparon el corazón del Noroeste, es decir los valles y quebradas.
Las primeras crónicas adjudicaron el gentilicio de “calchaquíes” a los habitantes de la región del mismo nombre y por extensión a las restantes comunidades del área. En realidad los calchaquíes eran diaguitas, cultura que estaba integrada por un conjunto de parcialidades como los pulares, luracataos, chicoanas, tolombones, yocaviles, quilmes, tafis, hualfines, etc.
Todas ellas tenían en común la lengua. Todas las fuentes coinciden que la lengua “caca” o “cacán” otorgaba unidad a estos pueblos.
Algunos investigadores nos hablan de “cacanos” y no de diaguitas.
Era una cultura de agricultores sedentarios, poseedores de irrigación artificial, por medio de canales y con andenes de cultivo para sus productos principales: maíz, zapallo y porotos.
Fueron criadores de llamas de las cuales emplearon su lana para sus tejidos y también para carga.
La recolección fue otra de sus actividades, especialmente de la algarroba y el chañar, que almacenaban en grandes cantidades; en mucha menor medida practicaba la caza.
Tenían fuertes jefaturas, probablemente hereditarias, que llegaban a desplegar su autoridad sobre varias comunidades. La familia monogámica era el núcleo vital de la comunidad, destacándose la practica de la poligamia entre los caciques.
Eran adoradores del Sol, el trueno y el relámpago.
Celebraban rituales propiciatorios de la fertilidad de los campos y tenían una funebria elaborada, expresión de un culto a los muertos como transito crucial en el ciclo de vida de la cultura.
El alma se convertía en estrella, viaje para el cual al difunto se lo enterraba con alimentos y bebidas.
Son famosos los cementerios de “párvulos en urnas”, alejados de las habitaciones, en las que sepultaban a los adultos. Es posible que los cuerpos de los niños indiquen sacrificios propiciatorios de la lluvia.
La cerámica presenta muchos diseños de animales sagrados: ñandúes, batracios y serpientes, estas ultimas asociadas al agua que cae del cielo.
La lluvia era decisiva para estas comunidades de agricultores y a ella dedicaban sacrificios en sus lugares construidos a tal efecto, denominados ZUPCA, que estaban a cargo de los chamanes.
Los diaguitas participaban del culto a la Madre Tierra o Pachamama al igual que en Perú y Bolivia. Ella es la dueña de la tierra; se le ruega por la fertilidad de los campos, el buen viaje del peregrino, el buen parto de las mujeres y la felicidad en todas las empresas.
Se ofrecían sacrificios de sangre y la ofrenda del primer trago, el primer bocado y el primer fruto de la recolección.
El arte diaguita, dirigido muchas veces a lo religioso, es el más acabado de nuestras culturas indígenas. No solo en cerámica sino también en metalurgia.
La cultura diaguita fue guerrera; hecho demostrado incluso a la llegada de los españoles, cuando les opuso una feroz resistencia, quizá la más fuerte. El instrumental bélico era muy variado y la guerra contra el español asumió las características de un fenómeno integral en el que participo la comunidad entera.
El comercio con otras culturas de la región, puso a los diaguitas en contacto con otras comunidades.

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