domingo, 22 de enero de 2012

La carta de Cuatemoc, ¿ficción o realidad?


Discurso del cacique indígena Guaicaipuro Cuatemoc sobre la deuda externa, ante la reunión de jefes de Estado de la comunidad europea el 8-2-2002

"Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatemoc he venido a encontrar a los que celebran el encuentro. Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace 40.000 años, he venido a encontrar a los que la encontraron hace sólo 500 años. Aquí pues nos encontramos todos. Sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con intereses aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pagos y también puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda, en España, 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América. ¿Saqueo?. ¡No lo creyera yo!. Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación?. ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan y niegan la sangre de su hermano!. ¿Genocidio?. Eso sería dar crédito a los calumniadores, como Bartolomé de las Casas, que califican al encuentro como de destrucción de las Indias, o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que afirma que el arranque del capitalismo y la actual civilización europea se deben a la inundación de metales preciosos. ¡No!. Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de muchos otros préstamos amigables de América, destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería presumir la existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a exigir la devolución inmediata, sino a la indemnización por daños y perjuicios.

Yo, Guaicaipuro Cuatemoc, prefiero pensar en la menos ofensiva de estas hipótesis. Tan fabulosa exportación de capitales no fueron más que el inicio de un plan "MarshallTesuma" para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización. Por eso, al celebrar el quinto centenario del empréstito, podemos preguntarnos: ¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o por lo menos productivo de los fondos tan generosamente adelantados por el fondo indoamericano internacional?. Deploramos decir que no. En lo estratégico, lo dilapidaron en las batallas de Lepanto, en armadas invencibles, en terceros reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin otro destino que terminar ocupados por las tropas gringas de la Otan como en Panamá, pero sin canal. En lo financiero, han sido incapaces, después de una moratoria de 500 años, tanto de cancelar el capital y sus intereses, cuanto de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta y provee todo el tercer mundo. Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman según la cual una economía subsidiaria jamás puede funcionar y nos obliga a reclamarles, para su propio bien, el pago del capital y los intereses que, tan generosamente hemos demorado todos estos siglos en cobrar.

Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a nuestros hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas del 20 y hasta el 30 por ciento de interés, que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del tercer mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo del 10 por ciento, acumulado sólo durante los últimos 300 años, con 200 años de gracia. Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea del interés compuesto, informamos a los descubridores que nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de plata, ambas cifras elevadas a la potencia de 300. Es decir, un número para cuya expresión total serían necesarias más de 300 cifras, y que supera ampliamente el peso total del planeta Tierra. Muy pesadas son esas moles de oro y plata. ¿Cuánto pesarían calculadas en sangre? Aducir que Europa, en medio milenio, no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar ese módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la firma de una carta de intención que discipline a los pueblos deudores del viejo continente, y que los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera, como primer pago de la deuda histórica".

Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que le impide cumplir sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al poeta.
Pero no podrán: porque esa bala, es el corazón de Europa.

Cuando el cacique indio Guaicaipuro Cuatemoc dio su conferencia ante la reunión de jefes de estado de la Comunidad Europea, no sabía que estaba exponiendo una tesis de derecho internacional para determinar la verdadera deuda externa. Ahora sólo resta que algún gobierno latinoamericano tenga el valor suficiente para hacer el reclamo ante los Tribunales Internacionales.

Hasta aquí la supuesta carta del cacique que todos, o al menos la gran mayoría habrán visto u oído su contenido, ya que circuló ampliamente por la red. Ahora tratemos de aclarar un poco la procedencia. Notese que con ello, no se quiere quitarle crédito o legitimidad a la carta, de hecho es un relato candente y detallado, con la medida cuota de sarcasmo e ironía; una obra magistral de envergadura trascendental de protesta. Un grito que surge desde el silencio de la América Latina toda, desgarrada por guerras, hambre, pobreza, miserias, enfermedades y sin fin de calamidades mas que solo son el fruto de nuestro verdadero cáncer. Ese cáncer maldito, tumor maligno que aun no descubrimos como extirpar. Ese cáncer llamado imperialismo norteamericano.

El 18 de octubre de 1990, el diario "El Nacional" de Caracas, Venezuela,  publica el citado manifiesto "Guaicaipuro Cuauhtémoc cobra la deuda a Europa", inmediatamente los medios del mundo se hacen eco de la misma y la republican, pero, (y como suele suceder), sin verificar las fuentes, como de autoría del cacique Cuatemoc
La carta, o el manifiesto, en verdad fue escrita por:

Luis Britto García, abogado, periodista, profesor, narrador, ensayista, novelista, dramaturgo, y por lo tanto escritor, es venezolano. Nació el 9 de octubre de 1940, actualmente vive en Venezuela y tiene 69 años.
Graduado como abogado en la Universidad Central de Venezuela en 1962 y de doctor en derecho en la misma universidad en 1969. Obtuvo un diploma de estudios avanzados sobre América Latina y un Ecole des Hautes Etudes en ciencias sociales en París por el año de 1982. Es profesor de la facultad de ciencias económicas y sociales de la Universidad Central de Venezuela desde 1966, y tiene el rango de titular desde el año de 1988.
Entre sus obras literarias más conocidas se pueden encontrar: “Los fugitivos y otros cuentos” (1964), “Racha”(1970), “Rajatabla”(1970), uno de los primeros diez títulos de la colección de Monte Ávila Editores: “Biblioteca básica de autores venezolanos”, “Venezuela tuya” (1971), representada por más de 2 años en toda América Latina, “Así es la casa” (1971), “Vela de armas” (1972), “El tirano Aguirre” o “La conquista de El Dorado” (1976), “Abrapalabra” (1979), “Suena el teléfono” (1979), “La misa del esclavo” (1980), “Me río del mundo” (1981), “La orgía imaginaria” (1.984), “La máscara del poder” (1989), “El poder sin la máscara” (1990), “El imperio contracultural” (1990), “Pirata” (1993), “La opera salsa” (1997) con música de Cheo Reyes, y “Golpe de gracia” (2001).
Fue ampliamente premiado por sus obras, como por ejemplo: Premio Casa de las Américas, por “Rajatabla” en 1970 y por “Abrapalabra” en 1979, Premio Latinoamericano de Dramaturgia Andrés Bello por “La misa del esclavo” en 1980, Premio Municipal de Teatro por “El tirano Aguirre” en 1975, Premio de Teatro Juana Sujo por “Venezuela tuya” en 1971), Premio de Literatura Humorística Pedro León Zapata por “Como me río del mundo” en 1981, Premio Municipal mención ensayo en 1999 y Premio Ezequiel Martínez Estrada en 2005, pero sin lugar a dudas además de estos y otros premios el más importante que recibió fue el Premio Nacional de Literatura en 2002 por el conjunto de su obra.

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