sábado, 16 de junio de 2012

El fuego que enloquece (1984) Richard Zaratustra


Constitución, 0700 horas, bajo del tren luego de haber sido apretado, empujado, pisado, ensuciado por las bicicletas que se meten en cualquier vagón por mas que no sea el furgón, mordido, picado y molestado por miles y miles de pasajeros hacinados en sucios y rotos vagones mas aptos para transportar inmundicias que personas.
Mi respiración se hace pesada, la mente se me obstruye por el odio, mis oídos son poseídos por un silbido agudo que me abstrae de lo que pasa, mi vista se nubla.
Siento el peso en mi mochila, estaba preparado para esto, hoy no van a poder conmigo.
Soy arrastrado por la infinita masa de personas que automatizados caminan como hormigas hacia la salida de la estación o hacia la entrada del subte C.
A los empujones, haciéndome un lugar me detengo, extraigo de mi mochila un pequeño artefacto cilíndrico, es de cartón, cartón duro repleto de Napalm. Esta vez no van a poder conmigo. El infierno se desata en constitución.
El fuego devora a miles, las perdidas son enormes, toda la estación con sus trenes, maquinistas, oficinas, pasajeros, vendedores, mendigos, borrachos, drogados, homosexuales; todo arde en una armoniosa sinfonía de muerte y destrucción.
Y yo, cual Nerón contemplando su obra maestra, río satisfecho.
Al menos el tren, mañana va a estar mas vacío.

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