viernes, 25 de mayo de 2012

Fábulas Sumerias.


El perro se presenta como un glotón de lo que son testigos las dos piezas siguientes:

El asno nadaba en el rio y el perro se aferraba a él firmemente, diciendo: “cuando salga a la orilla me lo comeré!

El perro acudió a un banquete, pero cuando hubo echado una mirada a los huesos que por allí había, se alejó diciendo, allí donde me voy ahora tendré algo más que comer.

En el caso del lobo parece como si los sumerios se hubieran sorprendido más que nada de su rapacidad. En una fábula que desgraciadamente presenta dos lagunas, una bandada de diez lobos ataca un rebaño de corderos. Pero uno de los asaltantes, gran bribón, consigue engañar a sus compañeros por medio de un razonamiento capcioso:

Nueve lobos y un décimo lobo mataron unos cuantos corderos. El décimo lobo era voraz y no (una o dos palabras destruidas)..., dijo: yo hare las partes. Vosotros sois nueve y así un cordero será vuestra parte común. Por lo tanto yo, que soy uno, tendré nueve corderos. Esta es mi parte.

La fiera cuya personalidad queda mejor dibujada es el zorro. Los proverbios sumerios hacen del zorro un animal vanidoso que, tanto por medio de sus palabras como por sus actos, intenta exagerar su propia importancia. Pero como el zorro, además de fanfarrón, es cobarde, a menudo queda en ridículo. Lo cual queda atestiguado por las cuatro imagines siguientes:

El zorro pisa la pezuña de un buey salvaje. “¿te he hecho daño?” le pregunta.

El zorro no podía construir su casa, por lo tanto se fue, como conquistador, a la casa de su amigo.

El zorro llevaba un bastón (y decía) ¿a quién le voy a pegar? Llevaba un acta jurídica (y decía) ¿Qué proceso podría yo intentar?

El zorro rechina los dientes, pero su cabeza tiembla.

Una última fabula de un zorro donde queda bien demostrado el papel de cobarde que daban los sumerios a este animal:

El zorro dice a su esposa: ¡ven vamos a machacar la ciudad de Uruk con nuestros dientes, como si fuese un puerro. Atémonos la ciudad de Kullab a los pies como si fuese una sandalia. Pero no estaban todavía a 600 gar de la ciudad (600 gar aprox 3km), cuando los perros de la ciudad se pusieron a aullar. ¡Gemme-Tummal, Gemme-Tummal! (sin duda el nombre de la zorra) ¡volvamos a nuestra casa! ¡Vamos ya! Ellos (los perros) aullaban amenazadoramente en el interior de la ciudad.

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