Saltando en una pata recorría la cuadra
esperando que lo vean realizar tan insólita proeza, sin embargo su ingle le dolía
demasiado como para seguir insistiendo en tan innoble tarea saltarina. Su ánimo
decayó cuando se apercibió que nadie lo había visto; tan solo el viejo Cosme
estaba, como de costumbre, sentado en la puerta de la casa, solo que Don Cosme
es ciego.
Se sienta cabizbajo en la vereda de su casa y
piensa en nada. Solo se estremece con la desgarbada situación que lo coronase
segundos atrás.
El desinterés por las restantes actividades de
su atiborrada agenda pasan a segundo plano, solo piensa en deprimirse, en
sentirse mal, en aguantar, aunque mas no sea hasta que llegue su madre de hacer
los mandados.
La terrible diarrea que lo apremia por tomar frenéticamente por
asalto el baño y no dar cuartel hasta haber concluido con la titánica tarea de
desechar todos sus desperdicios fecales.
Las cigarras aturden los sentidos con su monótono
zumbido, dejando el cerebro del joven Wilson embotado y entusiasmado con la
huida.
La sangre se arremolina en su interior escapándosele
por la nariz, no importa, su redonda caverna olfativa acostumbra jugarle estas imprudencias, mas
cuando esta solo sin su madre que lo socorra.
Se peló las rodillas cuando trataba de bailar
breack-dance, para congraciarse con los demás chicos del barrio. Aunque su
abultado abdomen solo hizo que los espectadores se burlasen de él.
No entienden
que el joven Wilson es muy sensible, muy especial.
Sentado solo en la vereda de su casa, piensa
en cual seria la mejor manera de asesinar a sus vecinos.
Wilson sueña con ser libre, con sobrevivir a
una hecatombe nuclear.
Wilson sueña con despertar un día y descubrirse
un Gilgamesh; un conde de Saint Germain.
Wilson se despierta por la mañana sintiéndose
especial, tan especial como su madre le repite en todo momento que es.
llegue a tu blog por casualidad. lei este relato y me gusto. Enhorabuena. Un saludo.
ResponderEliminarSaludos y gracias por el comentario.
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