viernes, 15 de junio de 2012

Cualidades de un docente imaginario


Un docente debe poseer ciertas características. Una de ellas es la humildad. La humildad exige valentía, confianza, respeto hacia nosotros mismos y hacia los demás; todos sabemos algo y todos ignoramos algo. El docente debe escuchar con atención a quien lo busca sin importar su nivel intelectual. Uno de los auxiliares de la humildad es el sentido común, que nos advierte que con ciertas actitudes estamos cerca de superar el límite a partir del cual nos perdemos. Una de las expresiones de la humildad es la seguridad insegura, la certeza incierta y no la certeza demasiado segura de sí misma.
Frente al autoritarismo podemos esperar posiciones rebeldes, pero a veces también apatía, obediencia exagerada, anuencia sin crítica o resistencia al discurso autoritario, renuncia a sí mismo, miedo a la libertad. Por eso es preciso sumar otra cualidad: la amorosidad, sin la cual el trabajo pierde significado; no sólo para los alumnos sino también para el propio proceso de enseñar. Es preciso que sea un amor luchador de quien se afirma en el derecho o en el deber de tener derecho de luchar, de denunciar de anunciar; para lo que surge otra cualidad: la valentía de luchar al lado de la valentía de amar. Cuando comenzamos a ser asaltados por miedos, no podemos permitir que nos paralicen. Es importante gobernar, educar mi miedo, de donde nace finalmente mi valentía.
Otra virtud es la tolerancia. Sin ella es imposible realizar un trabajo pedagógico serio, es inviable una experiencia democrática auténtica. Ser tolerante no significa ponerse en convivencia con lo intolerable, no es encubrir lo intolerable, no es amansar al agresor ni disfrazarlo. La tolerancia es la virtud que nos enseña a convivir con lo que es diferente, a aprender con lo diferente, a respetar lo diferente. Requiere respeto, disciplina, ética.
Se pueden agrupar la decisión, la seguridad, la tensión entre la paciencia y la impaciencia y la alegría de vivir como cualidades que deben ser cultivadas por los educadores progresistas. La capacidad de decisión de la educadora o educador es absolutamente necesaria en su trabajo formador. Decisión es ruptura no siempre fácil de ser vivida. Una de las deficiencias de un educador es la incapacidad de decidir; la indecisión, interpretada como debilidad moral o incompetencia profesional. Hay muchas ocasiones en las que el buen ejemplo pedagógico en la dirección de la democracia es tomar la decisión junto con los alumnos después de analizar el problema. La indecisión delata la falta de seguridad. La seguridad requiere competencia científica, claridad política e integridad ética. Esto no puede concretarse si al educador/a le falta el gusto por la búsqueda permanente de la justicia.
Otra cualidad fundamental es la tensión entre la paciencia y la impaciencia La paciencia aislada tiende a obstaculizar la consecución de los objetivos de la práctica. En la impaciencia aislada amenazamos el éxito de la práctica que se pierde en la arrogancia de quien se juzga dueño de la historia. La virtud está en vivir y actuar impacientemente paciente, sin que se dé jamás una aislada de la otra. Con esta cualidad se impone la parsimonia verbal. El discurso del paciente siempre es bien comportado, mientras que el del impaciente en general va más allá de lo que la realidad soportaría. Ambos discursos contribuyen a la preservación del statu quo. El primero por estar mucho más acá de la realidad; el segundo por ir más allá del límite de lo soportable.
Finalmente, la última virtud es la alegría de vivir; darse por completo a la vida y no a la muerte; vivir la humildad, la amorosidad, la valentía, la tolerancia, la competencia, la capacidad de decidir, la seguridad, la ética, la justicia, la tensión entre la paciencia y la impaciencia, la parsimonia verbal, contribuir a crear la escuela alegre.
La posición más cómoda de los docentes es resignarse, ya que llevar a cabo estas prácticas no mejorará su forma de vida; pero esto significaría renunciar a la lucha, a la pelea, al conflicto. No hay otra salida que no sea la de la unidad en la diversidad de intereses antagónicos de los educadores en defensa de sus derechos. Derecho a  su libertad docente, derecho a hablar, derecho a mejores condiciones de trabajo pedagógico, derecho a un tiempo libre remunerado para dedicarse a su permanente capacitación, derecho a ser coherente, derecho a criticar a las autoridades sin miedo de ser castigados, derecho a tener el deber de ser serios y coherentes, a no mentir para sobrevivir.

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